Contrariamente a lo que se podía pensar la mayor masacre en un solo día no sucedio en la Segunda Guerra Mundial.
En
la Historia de la Humanidad nunca el hombre había matado tantos hombres
en una sola jornada; habría que esperar a la bomba atómica para superar
el listón.
En la primera jornada de la batalla del Somme hubo 55.000 bajas solamente del bando inglés, sin contar alemanes ni franceses.
Los
periódicos ingleses publicaban a diario la lista de bajas británicas
desde que empezara la Gran Guerra en 1914, pero aquel día tenían un
problema técnico. Ni aun dedicando todas sus páginas a ello cabían los
nombres de los 20.000 muertos y 35.000 heridos del aciago 1 de julio de
1916.
La matanza comenzó en un ambiente alegre y
confiado, casi de prueba deportiva. La artillería había realizado un
novedoso bombardeo de barrido durante seis días, y el mando británico
pensaba que las defensas alemanas estarían desintegradas. Les dijeron
por tanto a los soldados que no avanzaran corriendo, sino andando
pausadamente, manteniendo las líneas de formación.
A
las 7.30 de la mañana sonaron los silbatos y 150.000 hombres empezaron a
salir de sus trincheras a lo largo de un frente de 28 kilómetros. Los
oficiales iban fumando sus pipas y algunos soldados llevaban balones de
fútbol; iban a celebrar la conquista jugando un campeonato entre
regimientos en territorio enemigo.
Pero hubo un error
de cálculo. Las defensas alemanas estaban demasiado bien hechas y no las
había afectado el bombardeo. De modo que empezaron a tabletear las
ametralladoras. Los alemanes dicen que era como el tiro al blanco en una
barraca de feria. Los atacantes alineados, moviéndose despacio, caían
en perfecto orden, como si la tópica figura de la Muerte los segara con
su guadaña.
Sacar de las trincheras y lanzar al ataque a
150.000 hombres lleva mucho tiempo, pero nadie reaccionó en el Estado
Mayor británico, nadie tomó nota de que las cosas no estaban saliendo
según el plan. Seguían lanzado líneas y líneas de hombres al ataque,
mejor dicho, a la muerte segura. De una brigada surafricana de 3.100
hombres sobrevivieron 140, por citar un ejemplo entre cientos.
Al
cabo de unas horas la situación afectó a la moral de los alemanes. Los
soldados se sentían asesinos de masas, y los oficiales tuvieron que
ponerse pistola en mano tras los que manejaban las ametralladoras,
amenazando con pegarle un tiro en la nuca a quien dejase de apretar el
gatillo. Muchos alemanes lloraban mientras disparaban.
Los
días de julio son largos. La masacre duró hasta la puesta del sol.
Después fue una noche inolvidable para ambos bandos, oyendo lamentos de
miles y miles de heridos que habían quedado abandonados en tierra de
nadie. Robert Graves, el gran novelista, fue uno de los heridos del
Somme y relató sus horrores y el impacto moral que causó. Hasta 1916,
Inglaterra había mantenido la guerra a base de voluntarios, gente de
todas las clases sociales embargada de patriotismo, que tenía fe en el
buen hacer de su gobierno y sus jefes militares, pero “el idealismo se
acabó en el Somme”, según el historiador A.J.P.Taylor. A partir de
entonces los soldados desconfiaron de sus oficiales y sólo pensaban en
cómo sobrevivir. Fue preciso recurrir al reclutamiento obligatorio.
Fuente: Errores Históricos
2 comentarios:
Un buen post, Luis. Si te gusta el tema, permíteme que te recomiende el libro de Martin Gilbert titulado "La batalla del Somme".
Pues sí. El Somme fue una auténtica masacre y fue un punto de inflexión en la historia militar británica.
Por cierto Mario, yo también he cometido sacrilegio este verano y he comprado un...¡¡¡ebook!!! La carne es débil.
Otra cosa, aunque no participe mucho, leo todas y cada una de vuestras entradas.
Un saludo a todos.
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