jueves, 30 de diciembre de 2010

Concierto de año nuevo


No  toda la herencia de la época nacionalsocialista iba a ser nefasta.

El concierto de año nuevo se viene celebrando anualmente en Viena  desde 1941 en pleno apogeo del Tercer Reich.
 Personalmente todos los  1 de enero espero con ansia el concierto de, para mi gusto, la segunda mejor Filarmónica del mundo. Por supuesto la primera es la de Berlín.

La familia Strauss no se puede considerar musicalmente como una gran maravilla, pero su música es colorida y efectista, perfecta para los no iniciados en la denominada música culta. He de confesar que uno de mis mayores deseos es poder algún día asistir en directo a uno de los tres conciertos.

El Ensayo General: 30 de diciembre, a las 11.00 horas
El Concierto de Noche Vieja: 31 de diciembre, a las 19:30 horas.
El Concierto de Año Nuevo: 1 de enero, a las 11:15 horas.
Conseguir una entrada no es nada fácil, son por sorteo y hay que apuntarse antes del 23 de enero
Actualmente los precios de las entradas oscilan entre 30 euros y 940 euros para el Concierto de Año Nuevo, entre 25 euros y 720 euros para el Concierto de Noche Vieja y entre 130 euros y 380 euros para el Ensayo General. Las localidades más baratas son las de pie, entradas que no se venderán para el Ensayo General del 30 de diciembre (por eso para este día la más barata cuesta 130 euros).
Os dejo con un video de la única vez que en el concierto de año nuevo se programó música de Mozart y otro con la archiconocida Marcha Radetzky en la versión de 1987 con el genial e irrepetible Herbert von Karajan.

 Aprovecho para, de mi parte y de la de Mario, desearos un feliz año nuevo.





lunes, 27 de diciembre de 2010

Los francotiradores de Stalingrado

Después de las fiestas navideñas me pondré al corriente con las dos partes que restan de la última entrada que escribí sobre "El oro de Hitler". Hasta entonces, espero que os guste este tema que he elegido.

Todos los que somos aficionados a la historia de la Segunda Guerra Mundial hemos oído y leído sobre los francotiradores. En Stalingrado tomaron una relevancia máxima cuando muchísimos soldados cayeron por la habilidad de éstos.


En el verano de 1942, Stalingrado, destruida por los intensos bombardeos de ambos ejércitos y con las líneas del frente poco definidas se convertía en un lugar idóneo para los tiradores rusos; el ambiente ruinoso, la infinidad de posiciones desde las cuales poder abrir fuego, y el efecto del eco en los disparos proporcionaba un camuflaje perfecto a los francotiradores.

El ejército rojo fomentó el culto al francotirador, aquel que llegaba a 40 bajas recibía la medalla “al valor” y el título de “noble francotirador” además, estos soldados gozaban de privilegios que no estaban al alcance del resto de soldados de infantería. Los blancos más apreciados por los soviéticos eran los oficiales y los observadores de la Luftwaffe (fuerza aérea) y artillería, aunque los más frecuentes eran los soldados encargados de transportar las vituallas y municiones al frente por el poco peligro que conllevaban dichos blancos.

Los francotiradores rusos desarrollaron curiosas técnicas (“cebos”) para atraer a los soldados alemanes, como el ucraniano Kovbasa que cavó falsas trincheras en las cuales situó numerosas banderas blancas atadas a palancas. Kovbasa agitaba dichas banderas en la distancia mediante una cuerda. Los alemanes que se asomaban sorprendidos desde sus trincheras para observar el agitar de las banderas eran abatidos por Kovbasa desde una posición oculta. Danielov también cavó falsas trincheras en las que sitúo espantapájaros vestidos de soldados soviéticos. Danielov disparaba a aquellos alemanes que intentaban asaltar las trincheras. Otras técnicas consistieron en el camuflaje, como Ilin, que disparaba desde el interior de una tubería lo que hacía indetectable su posición o el discípulo de Zaitsev; Anatoly Chekov, que para evitar que al disparar el fogonazo del fusil delatara su posición ideó un dispositivo situado en la boca del cañón que reducía dicho efecto, además siempre procuraba disparar con poca luz, y en el mejor de los casos se valía como fondo de una pared blanca. Por otra parte, los soldados alemanes desdibujaban la silueta de sus cascos utilizando prendas blancas para evitar ser detectados por los francotiradores.

Vasili Záitsev es uno de los francotiradores más famosos del mundo que durante el período del 10 de noviembre hasta el 17 de diciembre de 1942 en los combates por Stalingrado abatió a 225 soldados y oficiales fascistas, incluidos 11 francotiradores.

Nacido el 23 de marzo de 1915 en una aldea en la región rusa de Cheliábinsk en una familia de campesinos, desde la niñez estuvo relacionado con la caza, en primer lugar con el arco y, más tarde, con armas de fuego, de las cuales la primera de ellas fue un obsequio de su abuelo cuando sólo tenía 12 años de edad. Estudió en la escuela técnica de Magnitogorsk y sirvió como contable en la Escuadra Soviética del Lejano Oriente.

Cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, Vasili tenía 26 años y ya era no sólo un excelente tirador, sino también un maestro del camuflaje y la paciencia. Tuvo todas las cualidades de un francotirador profesional: la agudeza visual, oído sensible, firmeza, sangre fría, valentía, argucia militar. Supo escoger las mejores posiciones, enmascararse; se escondía de los soldados enemigos en los lugares donde nunca le esperaban encontrar. El francotirador glorificado batía al enemigo implacablemente.

Un duelo de Záitsev contra el jefe de la escuela berlinesa de francotiradores, el comandante König (según otra versión su nombre real sería Heinz Thorvald), le dio al francotirador fama mundial. König fue enviado a Stalingrado con el objetivo de arreglar el trabajo de los francotiradores en el ejército alemán y eliminar personalmente al famoso francotirador soviético, destruyendo de ese modo la leyenda de su invencibilidad y levantando así el espíritu combativo de los soldados de la Wermacht.

Vasili Zaitsev escribió de ese duelo: "Conocía 'la firma' de los francotiradores fascistas por el carácter de sus disparos, su camuflaje y en seguida distinguía a los tiradores más profesionales de los novatos, a los cobardes de los enemigos valientes y decisivos".

"Sin embargo el carácter del 'superfrancotirador' alemán era un secreto para mí. Las observaciones diarias de nuestros compañeros no daban ningún resultado. Era difícil decir en qué parte se encontraba. Probablemente cambiara sus posiciones con frecuencia y me buscaba con la misma precaución con la que yo le buscaba a él. Un día a mi amigo Morózov el alemán le destrozó el visor óptico del rifle e hirió a Sheikin. Morózov y Sheikin se consideraban francotiradores muy profesionales, conseguían triunfos en las luchas más difíciles. Ya no tenía dudas de que se habían tropezado con el 'superfrancotirador' fascista que buscaba yo".

"Al amanecer ocupamos con Nikolai Kulikov las mismas posiciones en las que el día anterior estuvieron nuestros compañeros. Observando el conocido paisaje no descubro nada nuevo. Termina el día. De repente, sobre la trinchera fascista aparece inesperadamente un casco y se mueve despacio a lo largo de la trinchera. ¿Disparar? ¡No! Es una trampa; el casco empieza a balancearse de manera no natural, es probable que lo lleve el ayudante del francotirador, él mismo espera que yo me descubra por mi disparo".

"¿Dónde se oculta?, le pregunté a Kulikov, cuando por la noche abandonábamos nuestro escondite. Por la paciencia que manifestó el enemigo durante el día, adiviné que el francotirador berlinés estuvo aquí".

"Pasa el segundo día. ¿Quién de nosotros tendrá los nervios más fuertes? ¿Quién resultará ser más pícaro?".

"Observaba con mucha atención durante mucho tiempo las posiciones de los enemigos, pero no pudía encontrar su escondrijo. Continúo observando".

"Entre el tanque y el fortín se encuentra una hoja de hierro con un montículo de ladrillos rotos. Lleva allí ya mucho tiempo. Me imagino en el lugar del adversario y me pregunto: ¿Dónde sería mejor situar el puesto de francotirador? ¿Ocuparía la posición bajo aquella hoja?".

"A lo mejor se oculta allí, bajo la hoja de hierro en la zona neutral. Decidí comprobarlo. Puse una manopla en una tablilla, la levanté. El fascista se dejó engañar. Un impacto directo, seguro que está debajo de la hoja".

"Es necesario hacerle aparecer y apuntar por lo menos a un trozo de su cabeza. Ahora es inútil tratar de conseguirlo. Necesito tiempo. Pero ya conozco el carácter del fascista. No cambiará esa posición tan buena. Nosotros por nuestra parte teníamos que cambiar la posición obligatoriamente".

"Nos quedamos hasta el amanecer. El sol salía muy rápido y con la llegada del día el combate se desarrolló con más fuerza. Pero ningún ruido pudo distraernos de cumplir nuestra tarea".

"Durante la primera parte del día decidimos hacer una pausa, pues el brillo de la óptica podía delatarnos. Por la tarde nuestros fusiles estaban en la sombra, mientras que sobre la posición del fascista caían directamente los rayos del sol. En un borde de la hoja algo brilló: ¿Un trozo de cristal o el visor óptico? Con mucho cuidado, como sólo lo puede hacer el francotirador más experto, Kulikov empezó a levantar el casco. El fascista disparó. El hitleriano pensó que había asesinado, por fin, al francotirador soviético al que intentaba cazar desde hacía cuatro días y mostró su cabeza. Con eso contaba yo. Mi impacto fue preciso. La cabeza del fascista bajó y el visor óptico de su fusil, inmóvil, continuó brillando bajo el sol hasta la noche...".

"Al atardecer, nuestros soldados atacaron a los alemanes y en el fragor del combate sacaron de la hoja de hierro al comandante fascista muerto. Tomaron sus documentos y los llevaron a su jefe de división".


Esta parte de la historia de Vasili Zaitzev fue inmortalizada en la película 'Enemigo a las puertas' (2001) donde el papel del francotirador ruso lo interpreta el actor británico Jude Law.

Vasili no tuvo posibilidad de celebrar con sus compañeros de combate la victoria sobre los hitlerianos en la batalla de Staligrado. En enero de 1943 pisó una mina, recibió graves heridas y casi se quedó ciego. Tras varias operaciones quirúrgicas los médicos consiguieron devolverle la vista. El 22 de febrero de 1943 recibió el título de 'Héroe de la Unión Soviética'.

Al recobrarse de las heridas, Vasili continuó entrenando a los francotiradores hasta los últimos días de la guerra, dirigió una sección de morteros y más tarde una compañía militar.

Después de la Guerra, Zaitsev escribió dos manuales para francotiradores, se graduó en un instituto de producción textil y de industria ligera. Trabajó como director de una fábrica de maquinaria, como director de la fábrica de confección Ucrania y como responsable del Instituto de la Industria Ligera. Continuó siendo aficionado al tiro con escopeta hasta los últimos días de su vida. Incluso ya en la vejez, no perdió su acierto.

Murió el 15 de diciembre de 1991. A pesar de su el último deseo, ser enterrado en Stalingrado, le enterraron en Kiev. Y en 2006, gracias a los esfuerzos de su viuda, Zinaída Zaitseva, las cenizas de Vasili Zaitsev fueron trasladadas al Mamáev Kurgán en las afueras de Stalingrado (Volgogrado actual)

viernes, 24 de diciembre de 2010

Feliz Navidad

Realizamos esta entrada para, como no puede ser de otra forma, desearos una Feliz Navidad de parte de HTR. Que paséis unas felices fiestas en compañía, a ser posible, de las personas que gustéis.

Buceando por internet he encontrado en la revista muy interesante este articulo de nuestro escritor de cabecera, Jesús Hernández, sobre la tregua de Navidad de 1914. Lo dicho, que disfrutéis de una buena noche.


En la Navidad de 1914 sucedió el hecho más sorprendente de toda la Primera Guerra Mundial. Aquella primera Nochebuena bélica, las tropas alemanas colocaron sobre el borde de las trincheras abetos iluminados, que habían sido enviados al frente por orden directa del Káiser, junto a raciones extra de pan, salchichas y licores. Los soldados franceses y británicos admiraron perplejos los árboles luminosos. Esa visión casi irreal ayudó a crear un inesperado clima de fraternidad, en el que los aliados se unieron a distancia a los cánticos de los alemanes. Al amanecer, algunos soldados germanos comenzaron a agitar banderas blancas y a salir desarmados de sus trincheras, a tierra de nadie. En un primer momento, los aliados vacilaron, pero pronto salieron a su encuentro. Los hombres, que hasta ese mismo día habían estado matándose, compartieron tabaco, alcohol o chocolate. Los gestos de solidaridad continuarían durante toda la jornada; cada bando pudo recoger a sus compatriotas muertos en los combates de los días anteriores y darles digna sepultura. En algunos lugares se celebraron ceremonias religiosas conjuntas e incluso se improvisaron partidos de fútbol.

La noticia de esta tregua llegó a los respectivos cuarteles generales y se adoptaron medidas para frenar esa actitud. Un número indeterminado de soldados franceses fue pasado por las armas como escarmiento y los alemanes fueron enviados al frente oriental. Las cartas en las que los soldados narraban los hechos a sus familiares fueron destruidas y algunas informaciones que llegaron a los periódicos británicos se censuraron. Los franceses confiscaron los negativos de las fotografías que algunos soldados habían tomado durante la tregua, en donde se veían hombres de uno y otro bando posando amistosamente. Aunque a lo largo de la guerra se darían algunos casos aislados de confraternización con el bando enemigo, las altas esferas militares se encargaron de que un episodio generalizado, como el sucedido en la Navidad de 1914, no volviera a ocurrir.

martes, 21 de diciembre de 2010

El oro de Hitler. 1ª parte.

Las armas requieren gran cantidad de dinero para pagarlas. En tiempos de guerra, las monedas nacionales envueltas en conflictos se devalúan hasta, en alguno casos, perder todo su valor nominal. Por tanto, es el oro la garantía para el pago entre países. El sistema que regula todo el comercio en estos casos es el denominado “patrón oro”.

Hitler, además de malvado, no era tonto -a pesar de lo que se diga- y conocía perfectamente los pasos a seguir en cuanto a la economía de guerra. Por eso había un protocolo de actuación inmediatamente después de la conquista de un país. Un grupo del ejercito se dirigía al banco central y lo desvalijaba, almacenando todo su oro, billetes, acciones y cuantas objetos valor hubiese, siendo todo transportado cuidadosamente al Reichsbank. Seguidamente las piezas de oro eran fundidas para borrar toda señal identificativa de su origen. Así se robaron en toda Europa: Austria, Checoslovaquia, Bélgica, Albania, Yugoslavia, Grecia, Holanda, Luxemburgo y Hungría. Alrededor de 544 toneladas del preciado metal se consiguió como botín. Todo este oro jugó un papel muy importante en la consecución de la guerra. El dictador se regía por la máxima que dice que para ganar una guerra sólo se necesita tres cosas: oro, más oro y mucho más oro.

España tuvo un papel importante en relación al oro nazi. El comerciante alemán Johannes Bernhardt viajó, en 1936, a Berlín para comunicarle a Hitler la petición de Franco de ayuda militar para la guerra civil que estaba comenzando en España. El Führer aceptó la solicitud del general español y tras dos días se iniciaron las relaciones comerciales entre ambos países. El pago de todo el armamento se haría mediante alimentos, cereales, materias primas incluyendo minerales que pudiesen satisfacer a Alemania. Para ello, se formalizaron dos sociedades que harían de fondo jurídico-comercial a la operación. La empresa española se denominaba Hisma, S.L., y la alemana Rohstoffe und Waren Einkaufsgesellschaft ó Rowak.

Al término de la situación bélica española, Göring reclamó el pago de la deuda por valor de 140 millones de dólares. Una cantidad de dinero equivalente a 125 toneladas de oro y que naturalmente no las poseía el Banco de España. El acuerdo logrado por las dos partes estableció un plan de pagos de tres años por los cuales España se comprometía a entregar el 40% de la exportaciones al Reich, así como alimentos y algunas cantidades de dinero en efectivo. Además el plan obligaba al pago de 40 millones de dólares por parte del gobierno español, pago que se hizo en noviembre de 1943.

Pero el gobierno se enfrentaba a un problema sin solución a la vista. Si no poseía reservas de oro en su banco central, si entregaba el 40% a la exportación y no recibía nada a cambio, ¿Cómo podría alimentar a un país hambriento y desolado por una guerra civil?

La solución la plantearon los propios nazis y resultó muy beneficiosa para España. La trataremos en la siguiente parte de esta entrada.

sábado, 18 de diciembre de 2010

El malo del Tercer Reich

Ha surgido un tema en vuestros comentarios que es digno de una entrada. ¿Por qué nos resultan más atractivos los malos? Ocurre con las películas, sin duda el personaje más recordado de la Guerra de las Galaxias es Darth Vader y en muchas otras se nos presenta al malo como inteligente y maquiavélico, mientras el bueno es un poco simple que siempre sigue el camino que le va indicando su antagonista.
Ahora me gustaría haceros una pregunta. ¿Cuál es vuestro malo favorito del Tercer Reich? Hay van algunas propuesta. Sin duda hay muchos más.

Adolf Hitler: Nada que decir, mundialmente famoso.

Josef Goebbels: Ministro de propaganda

Heinrich Himmler: El jefe de las SS.

Hermann Goering: Presidente del Reichstag y comandante de la luftwaffe.

Reinhard Heydrich: Segundo al mando de las SS.

Martin Borman: Jefe de la cancillería.

Albert Speer: Arquitecto de cabecera de Adolf Hitler y ministro de armamento.

Rudolf Hess: Mano derecha de Hitler hasta que realizó su extraño vuelo a Inglaterra


Adolf Eichmann: Tras la muerte de Heydrich fue el encargado de poner en funcionamiento la Solución Final

Rudolf Hoess: Comandante de Auschwitz

Josef Mengele: Médico de Auschwitz

Heinrich Müller: Jefe de la Gestapo

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Nuestros héroes anónimos

No se qué opinaréis al respecto, pero para mi lo más horroroso de toda la Segunda Guerra Mundial es el holocausto. Un proceso de exterminio judío perfectamente ideado y que tuvo lugar en media Europa durante años sin que nadie lo supiera o lo evitara, me inclino por esto último. Pero hubo en determinados momentos intentos de paliar este genocidio judío, que movilizó a bastantes
personas para lograr que otras muchas escapasen de las garras nazis.

Durante octubre de 1943, en Dinamarca, las autoridades fueron advertidas de una inminente redada por parte de los nazis contra el pueblo judío. La resistencia danesa consiguió transportar a siete mil doscientos judíos en embarcaciones diversas pertenecientes a los pescadores de ese país. Hay que decir, que sólo unas seiscientas personas se quedaron sin transporte. El destino de tal viaje era la neutral Suecia.

En Polonia, también había casos de personas tratando de ayudar a judíos. Zegota (foto de abajo), la resistencia polaca que dio asistencia a los judíos, empezó sus operaciones en 1942. Miembros del ejército nacionalista [Polish Home Army] y el ejército comunista [Polish People's Army] atacaron posiciones alemanas durante el levantamiento del gueto de Varsovia en abril de 1943. Aunque la resistencia polaca solo proveyó una cantidad mínima de municiones a combatientes judíos. Se utilizaron iglesias y orfanatos para esconder a los perseguidos por el terror nazi. Algunos particulares también arriesgaron sus vidas ayudando a familias completas, tal fue el caso de Ana Frank, en Holanda.

Otros ciudadanos con influencias, las utilizaron para mejorar las condiciones de los judíos e imprimir “pases de protección” falsificados, tal fue el objeto del diplomático sueco Raoul Wallenberg o de Giorgio Perlasca. El industrial alemán Oskar Schindler estableció una fabrica (de utensilios de cocina de hierro esmaltado) fuera del gueto de Cracovia, en Polonia, y protegió a los empleados judíos de la deportación. Los planes del gobierno búlgaro de deportar a los judíos de Bulgaria en la primavera de 1943, fallaron a causa de la intervención enérgica de políticos y religiosos importantes del país, esta actividad indujo al rey búlgaro Boris III, a cancelar la deportación.

Jan Karski era un mensajero del gobierno polaco en el exilio, advertió de las matanzas judías del régimen nacionalsocialista, comunicándolo al presidente Franklin D. Roosevelt por medio de oficiales del gobierno estadounidense que no actuaron al recibir el aviso de Karski. En la foto de abajo lo vemos junto a su familia.

Un pequeño grupo de religiosos americanos tomaron parte en los esfuerzos de rescate. La Comisión de Servicio de Cuáqueros Americanos coordinó actividades de auxilio para los refugiados judíos en Francia, Portugal y España. La Comisión también obtuvo visados de entrada a los Estados Unidos para niños judíos en Francia.

El ser humano llevado al límite suele emprender acciones que denominamos heroicas y que consiguen superar todos los obstáculos establecidos por el mal. No todos tenemos el gen del héroe, o quizás debería decir la generosidad heroica que convierten a personas anónimas en trozos fundamentales de la historia. Como ya sabéis, los que me conocéis por mis escritos y comentarios, llevo muy mal todo lo que tenga que ver con las injusticias que provocaron los nazis y el miserable de su jefe Adolf Hitler. No soporto ni respeto a quién lo justifique o lo ignore en su intención. Es un deber de todo ser humano, por lo menos así lo creo, estar al lado de los más débiles en cualquier momento de la historia y comprender y socorrer a la víctima, no al verdugo.

Estos ángeles que durante la Segunda Guerra Mundial arriesgaron sus vidas por salvar la de otros, sin importarles nada más que evitar que fueran apresados y, por consiguiente, exterminados por los esbirros de Hitler, merecerían un homenaje por parte de los distintos países que se vieron arrastrados a la guerra durante aquellos terribles años. No se si se hacen estos actos de reconocimiento o sólo se conmemoran el final del conflicto ignorando a los miles de héroes repartidos por todo el mundo. Es una vergüenza que gente como Juan Pujol, más conocido por su nombre de espía, Garbo, no tenga siquiera una calle con su nombre y que España no le haga ningún homenaje por parte de algún estamento oficial. Así es la vida, desagradecida con sus héroes, y sin embargo no se deja de hablar y escribir de Hitler. Parece que el mal es mucho más atractivo que el bien, quién lo iba a imaginar.

domingo, 12 de diciembre de 2010

La mujer del Tercer Reich

El 3 de abril de 1923, el periódico del Partido Social Demócrata (PSD) Münchner Post escribía acerca de las "mujeres locas por Hitler" y caracterizaba con sarcasmo a las numerosas protectoras y admiradoras que escuchaban sus discursos arrobadas, empeñaban sus joyas y le hacían préstamos. Por ese y similares artículos, Hitler hizo destruir el 8 de noviembre de 1923 las salas de redacción del periódico.

Las mujeres fueron fieles auxiliares de Hitler desde el principio. Le despejaron el camino, establecieron contactos y le financiaron.

Hitler supo utilizar las simpatías de sus adeptos femeninos. Mientras la base del partido eliminaba a sus adversarios utilizando un terror brutal, en los salones cultos --dominados por las mujeres-- el Führer derrochaba encanto austriaco, repartía besos en la mano y abría para el NSDAP un estrato nuevo y financieramente poderoso. La fascinación de Hitler hacía olvidar el programa del partido, único en lo que a desprecio de las mujeres se refería.

Las mujeres eran bienvenidas como afiliados normales, pero "el hombre es el único que puede ser juez, soldado y guía del Estado", anunciaba Rosenberg. La elevación de Alemania estaba considerada un acontecimiento masculino. Hitler lo decía: "Una mujer que se mete en política me parece un espanto."

El Estado nazi jamás desarrolló una ideología respecto a la mujer. La "imagen de la mujer alemana" surgió casi por generación espontánea en el campo de sus objetivos políticos: aumentar la población con vistas a la guerra y la colonización del Este.

Durante el Tercer Reich las "damas" eran un adorno bienvenido en las recepciones de la Cancillería y en el séquito de Hitler. Para todo lo demás, se hablaba de la "mujer en casa y junto a la rueca". De hecho, nadie respondía menos al ideal femenino nacionalsocialista que las mujeres, compañeras y amigas de los dirigentes nazis.

El matrimonio no era algo exigible por consideraciones morales, sino porque los nacionalsocialistas lo valoraban como "institución reproductora" ideal. "Tenemos 2 millones más de mujeres que de hombres. El objetivo será que una muchacha se case, pero antes de agostarse como doncella vieja, es mejor que tenga un hijo."

La fanática Gerda Bormann escribió: "Sería bueno que al final de la guerra se aprobara una ley que permitiera a los hombres sanos y válidos el derecho a tener 2 mujeres. Habrá tan pocos hombres valiosos que sobrevivan a esta azarosa lucha, tantas mujeres valiosas condenadas a no tener hijos..."

Martin Bormann, que con el consentimiento de su mujer tenía, junto a su amante principal Manja Behrens, 2 más, no podía sino asentir con alegría: "Absolutamente, dada la inminente lucha que decidirá el destino nacional."

Las medidas nacional-biológicas tomadas en consideración en torno a 1943 parecen salidas de una película de terror: todas las mujeres menores de 35 años serían obligadas a tener 4 hijos con hombres de pura raza alemana. En cuanto una familia hubiese alcanzado esa cifra, los maridos quedarían disponibles para la campaña.

El resultado de la Segunda Guerra Mundial impidió el programa de reproducción nazi, junto con los previstos "matrimonios de emergencia nacional" y la eliminación del matrimonio monógamo mediante la implantación y equiparación legal de las segundas esposas.

CARIN GOERING.

DIOSA NORDICA Y FIGURA DE CULTO

El 20 de junio de 1934 tuvo lugar el solemne traslado del cadáver de Carin Goering, fallecida en 1931, de Suecia a Alemania. Fue un espectáculo único, del que se encargó el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, a iniciativa del viudo de la fallecida, el presidente del Gobierno del Estado Federado de Prusia, Hermann Goering.

El entierro de la amada esposa se realizó en la cripta cavada expresamente para ella en la residencia de verano de Goering, Carinhall. El traslado del cuerpo, que reposaba en un ataúd de plomo, recordó las ceremonias usuales a la hora de enterrar a un faraón.

Hermann Goering y su primera mujer Carin, de soltera Freiin Fock, divorciada Von Kantzov, pasaban por ser la clásica pareja de enamorados de la era nazi. El romance de la diosa nórdica con el as de la aviación germana de la primera fase del NSDAP, se elevó a la categoría de epopeya dramática de 2 amantes que sirvieron como pioneros al joven partido. El calvario de la pareja incluía heridas, fuga y exilio, y terminaba con la temprana muerte de Carin en 1931.

Todo empezó en Suecia. A finales de febrero de 1920, el sueco Eric von Rosen regresó a Estocolmo de su expedición al Gran Chaco. Para su disgusto, allí tuvo que detenerse a causa de las extremas condiciones climatológicas. Irritado por el contratiempo, el conde se dirigió a una compañía aérea privada para fletar un aerotaxi. Tres pilotos rechazaron volar en esas condiciones atmosféricas. Pero un alemán dijo que sí, confiado en su gran capacidad.

Ese hombre, Hermann Goering, había conseguido la más importante condecoración al valor, la medalla Pour le Mérite, y había mandado la legendaria escuadrilla de caza del barón Von Richthofen. Terminada la guerra, el Tratado de Versalles exigía a Alemania la disolución de su fuerza aérea. Por eso Goering se fue a Escandinavia, donde lo contrataron como piloto jefe. Conducía el aerotaxi con el que el 20 de febrero de 1920 debía llevar al conde Von Rosen a su castillo. Fue una aventura mortalmente peligrosa.

Cuando llegaron al castillo, Mary von Rosen, la esposa del viajero, y su hija de igual nombre, acudieron a saludar al conde y dieron la bienvenida a Goering. Mientras estaban sentados charlando ante la chimenea, una joven apareció. Era alta y rubia. Goering se sintió --según su testimonio-- "herido por el rayo" de sus ojos azules.

Al día siguiente, Carin le enseñó el castillo y la "capilla de Edelweiss". Luego Goering se despidió, pero acordó una cita con Carin, porque esa mujer, casada y madre de un hijo de 8 años, correspondía plenamente a sus sentimientos. Carin von Kantzov estaba más que dispuesta al ardiente romance que pronto habría de desarrollarse.

En el verano de 1920, la pasión se había inflamado de tal modo que Carin, sin preocuparse de su esposo, su hijo o su familia, viajó a Munich con su amante para ser presentada a la madre de Hermann. La pareja viajó por el sur de Alemania. A su regreso a Estocolmo, Goering insistió en que ella debía divorciarse. El 13 de diciembre de 1922 Carin quedó legalmente separada de su marido.

En 1921 Goering había empezado a estudiar historia y economía, pensando vagamente en hacer carrera política. Sin embargo, su destino quedó sellado al año siguiente. Goering conoció a Hitler, y supo entusiasmarle con eslógans acerca de la salvación de la patria del vergonzoso Tratado de Versalles y la lucha contra el comunismo y los judíos. A Hitler le resultaba oportuno, por prestigio, reclutar para el NSDAP a alguien condecorado con la orden Pour le Mérite, y le encargó la organización de una tropa de choque que llamaron Sección de Asalto (SA). Así empezó el apasionado compromiso de Carin y Hermann Goering con el NSDAP, que no terminaría hasta su muerte.

Los esponsales de Carin y Hermann se celebraron el 25 de enero de 1923 en Estocolmo. Poco después, los Goering adquirieron un pequeño chalet en un barrio residencial muniqués. Se eligió una zona verde con toda intención, ya que el estado de salud de Carin no permitía estancias prolongadas en una ciudad. Angina pectoral acompañada de insuficiencia respiratoria, que llegaba hasta el desvanecimiento, asma, reumatismo grave, una enfermedad intestinal latente y anemia eran sólo algunas de las dolencias de una mujer que entonces tenía 35 años.

fuente: highbeam

jueves, 9 de diciembre de 2010

Hitler no murió en el Berlín de 1945

Si el título de esta entrada fuera cierto, una de la posibilidades sería que Hitler hubiera muerto en otro sitio. Pero también podría significar que el dictador hubiera ganado la guerra. Imaginemos que este segundo escenario fuese el sucedido. Para comenzar, yo no podría escribir libremente como lo hago, y vosotros, amigos lectores y comentaristas de HTR, no podríais ejercer vuestra libertad de expresión.

Me imagino unos años de hierro y fuego para terminar con la resistencia mundial que hubiese quedado después de la victoria hitleriana. Unos años de más represión y de continua guerra para seguir abarcando unos territorios no conquistados por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Un Reich cada vez más fuerte y un resto del planeta más agotado a medida que pasasen los años.

1950: Una década en la el dictador cumpliría los setenta años y en la que seguramente moriría debido a la pobre salud del genocida. La verdad es que no creo que sobreviviera mucho teniendo a un médico como el dr. Morell a su lado.

¿Quién podría ser el sucesor de Hitler? ¿Goering, Speer, Goebbels, Doenitz, o algún recién aupado a su círculo cercano?

Los judíos, tan extinguidos como los dinosaurios y una Shoá perenne para acabar hasta con el último de los “enemigos de la patria”. En Auschwitz, como en otros campos, sólo albergaría a etnias o razas que sustituirían a los antiguos “conspiradores”.

¿Existiría España como tal? Yo, personalmente, creo que tarde o temprano sería anexionada al Reich y que sería una provincia más. Después de una guerra ganada, no creo que Franco estuviese interesado en enfrentarse con un enemigo que podría aplastarlo como a un gusano.

A lo mejor, con la llegada de nuevos sucesores en el gobierno, el plan del Reich de los mil años sería modificado para contentar a algunos grupos.

Existen numerosas teorías que me gustaría que aportarais por medio de vuestros comentarios. Seguro que tenéis mejor imaginación que un servidor. Para reírnos un rato -menos mal que lo podemos hacer debido al fracaso de Hitler- os dejo un video en el que en forma de No&Do de la época se fantasea con la conquista de Inglaterra por el nazismo.

martes, 7 de diciembre de 2010

La quema de libros

El Partido Nacional Socialista tomó la decisión en 1933, tan pronto asumió el poder, de imponer su verdad absoluta, ejercer su control sobre la vida cultural germana y "depurar" el espíritu del pueblo de todos los elementos que su juicios, se consideraban contradictorios del "espíritu germano". Fue para tal fin que se creó la "Liga de Lucha contra el Espíritu No-Germano"

La idea que surgió de quemar libros fue disputada por varios jerarcas Nazis, ya que cada uno quería ser el promotor de tan audaz acción, entre ellos el teórico Alfred Rosenberg y Joseph Goebbels. La campaña llevaba como estandarte un slogan remanido y previsible: "reaccionar contra la desvergonzada propaganda de la judeidad mundial contra Alemania". Todo estudiante debía depurar su biblioteca privada de los libros contagiados por la bacteria del espíritu judío. Se conminó a toda la población a deshacerse de libros que pudiesen estar contaminados de esa suerte. Comenzó a anunciarse, que la gran depuración se acercaba. Y además, estaba por salir un edicto prohibiendo a escritores judíos hacerlo en idioma alemán. El día 22 de abril, el diario "Volkischer Beobachter" los nombres de los lugares y la fecha: el 10 de mayo.

Quienes organizaron la quema de libros se habían propuesto darle al acto el carácter de un evento oficial. En la plaza frente al edificio de la Opera de Berlín se preparó una hoguera de inmensas dimensiones. El primer contingente de estudiantes se hizo presente después de las diez de la noche, junto con una banda militar, un destacamento de SS, delegaciones de estudiantes uniformados y con antorchas en sus manos, seguidos por una rugiente turba hitlerista. A un costado de la plaza, ya estaban esperando camiones cargados con unos veinte mil tomos de libros diversos. Grupos de bomberos que ya estaban preparados en la plaza, se acercaron a las pilas de libros a rociarlos con nafta. A medida que cada paquete de libros era arrojado al fuego, un locutor, en el clímax de una extraña y demoníaca vehemencia perfeccionista, iba anunciando los autores de los libros, sus nombres y la causa por la cual se los quemaba. Tales anuncios eran contestados con vítores. Los locutores, abrasados quizá por el delirio piromaniaco o el simple calor infernal de la hoguera comenzaron a aullar, mencionando los valores opuestos a las ideas del libro a quemar, como por ejemplo Nacionalismo y Universalismo, el Tercer Reich y la república de Weimar, nacional socialismo y marxismo, etc.

Además de los libros de Karl Marx, que fueron los primeros en ser quemados, fueron llevados a la hoguera Mann, Emil Ludwig, Erich-Marie Remarque... Por supuesto que el acto se vio coronado por un discurso de Goebbels.

Tres días después, Bernhardt Rust, quien fue nombrado Ministro de Cultura, Educación y Ciencias del Tercer Reich, asumió en nombre del Führer la misión de asumir el control del frente cultural. Poco tiempo después, se publicó la lista de los libros prohibidos, así como también el listado de autores prohibidos y sus obras. Tampoco se salvaron las bellas artes: de los museos desaparecieron obras de Paul Klee, Franz Marx y Vasili Kandinsky, definidas como arte decadente. Y fue entonces cuando nació y se hizo popular el dicho "Al oír la palabra cultura, desenfundo mi revólver."

Y en lo que respecta a la música, existe una anécdota que podría tener connotaciones risibles si no fuera por su doloroso contexto: poco después del Anschluss de Austria, un destacamento nazi llegó a un pueblecito, del que se habían recibido denuncias respecto a que su población estaba compuesta eminentemente por judíos. Se cuenta que apenas llegaron los esbirros en sus vehículos y comenzaron a montar su campamento en la plaza principal del pueblo para cumplir con su siniestro cometido, una de las primeras órdenes dadas por el comandante fue, entre otras, tirar abajo las estatuas de los judíos. Un sargento al que le había sido asignada la tarea se dirigió junto con sus hombres al comandante, herramientas en mano, para preguntarle por qué monumento empezar, a lo que el oficial le espetó: "busque la estatua que tenga la nariz más grande". Imbuido del más celoso sentido de la obediencia y profundamente convencido de estar haciendo lo correcto, el sargento y sus hombres derribaron enérgica e inmediatamente el monumento a… Richard Wagner.

Fuente:  Marcelo Sneh porisrael,

viernes, 3 de diciembre de 2010

La homosexualidad bajo el Tercer Reich



El jefe de las SS Heinrich Himmler dirigió la persecución de los homosexuales en el Tercer Reich. Las lesbianas no se consideraban una amenaza a las políticas raciales de los nazis y en general no fueron objeto de persecución.

El 6 de mayo de 1933, estudiantes dirigidos por las SA (Sturmabteilung) entraron en el Instituto para la Ciencia Sexual en Berlín y confiscaron la excepcional biblioteca. Cuatro días después, la mayoría de esta colección de más de 12.000 libros y 35.000 imágenes irreemplazables fue destrozada junto con miles de otras obras de literatura “degenerada” en la quemazón de libros en el centro de Berlín. Los materiales que quedaron nunca fueron recuperados. Magnus Hirschfeld, fundador del instituto y pionero en el estudio científico de las sexualidad humana, se encontraba dando una conferencia en Francia y decidió no volver a Alemania.

La destrucción del Instituto era el primer paso hacia la erradicación de una cultura abiertamente gay o lesbiana. La policía cerró bares y clubes como el “Eldorado” y prohibió la publicaciones como Die Freundschaft (La Amistad)

El 28 de junio de 1935, el Ministerio de Justicia modificó el Párrafo 175 del código penal. Las revisiones proveyeron una base legal para extender la persecución de los homosexuales. Los oficiales del ministerio ampliaron la categoría de las “actividades indecentes criminales entre hombres” al incluir cualquier acto que podría ser interpretado como homosexual. Los tribunales luego decidieron que bastaba hasta la intención o el pensamiento. El 26 de octubre de 1936, Himmler formó dentro de la Policía de Seguridad, la Oficina Central del Reich para Combatir el Aborto y la Homosexualidad. Josef Meisinger, ejecutado en 1947 por su brutalidad en la Polonia ocupada, dirigió esta nueva oficina. La policía tenía el poder de tener en custodia protectiva o arresto preventivo a los considerados peligrosos a la fibra moral de Alemania, y podía encarcelar indefinidamente -- sin juicio -- a quienes quisieran. Además, los homosexuales recientemente liberados eran inmediatamente arrestados de nuevo y enviados a campos de concentración si la policía pensaba que era probable que iban a continuar participando en actos homosexuales.

Los nazis internaron a muchos homosexuales en campos de concentración inmediatamente después de haber tomado el poder en enero de 1933. Los internados venían de todas partes de la sociedad alemana, y a menudo tenían solamente la causa de su encarcelación en común. Algunos homosexuales estaban internados equivocadamente bajo otras categorías, y los nazis a propósito calificaban mal a algunos prisioneros políticos como homosexuales. Los prisioneros identificados por un triangulo rosado que significaba la homosexualidad fueron tratados muy mal en los campos. Según muchos relatos de los sobrevivientes, los homosexuales eran uno de los grupos más abusados en los campos.

La supervivencia en los campos tomó muchas formas. Algunos prisioneros homosexuales obtuvieron trabajos administrativos y de oficina. Para otros prisioneros, la sexualidad se hizo una forma de sobrevivir. A cambio de favores sexuales, algunos Kapos protegían a un prisionero elegido, usualmente de edad joven, dándole comida extra y protegiéndolo de los abusos de otros prisioneros. Los homosexuales mismos muy raramente se hacían Kapos debido a la falta de una red de apoyo. La protección de los Kapos no era protección contra la brutalidad de los guardias. En cualquier caso, el Kapo muchas veces se cansaba de un individuo, algunas veces matándolo y encontrando otro en el próximo transporte. Aunque prisioneros podían asegurarse una medida de protección de alguna manera, como grupo los homosexuales carecían de la red de apoyo que tenían otros grupos.

Una forma de supervivencia disponible para algunos homosexuales era la castración, que algunos oficiales de la justicia criminal apoyaban como una manera de “curar” la perversión sexual. Los acusados homosexuales en casos criminales o en campos de concentración podían consentir a la castración a cambio de sentencias menores. Más tarde, los jueces y los oficiales de los campos de las SS podían ordenar la castración de un prisionero homosexual sin su consentimiento.

Los nazis interesados en encontrar una “cura” para la homosexualidad ampliaron este programa para incluir la experimentación sobre prisioneros homosexuales de los campos de concentración. Estos experimentos causaban enfermedad, mutilación, y hasta muerte, y no tuvo como resultado ningún conocimiento científico.

Fuente: Enciclopedia del Tercer Reich.