lunes, 30 de abril de 2012

Deporte

Desde la antigüedad el deporte ha sido un gran movilizador de masas. Los atletas en la antigua Grecia eran venerados como a dioses y en el Imperio Romano los juegos en los que los deportistas se jugaban la vida se volvieron una pieza importante dentro de la vida del pueblo.
Esta cualidad aglutinadora no paso desapercibida para el Tercer Reich. Convirtió la práctica deportiva en materia obligatoria para todo joven alemán, el esteriotipo de raza aria demandaba de un pueblo atlético, capaz de enfrentarse a cualquier adversidad, sin olvidar las bondades de unos soldados en perfecto estado de forma.

El Tercer Reich uso un acontecimiento deportivo concedido antes de su llegada al poder para el lucimiento de la nueva Alemania. La celebración de los XI Juegos Olímpicos de la era moderna en Berlín se convirtió en toda una demostración del poderío teutón. A pesar del dominio aplastante en el medallero de los germanos, 89 medallas frente a las 56 de su mayor rival, los Estados Unidos, los Juegos de Berlín pasaron a la historia por la irrupción de un atleta de color; Jesse Owen.

Hubo también un deportista importante en el Tercer Reich; el boxeador Max Schmelig. En 1936 y contra pronóstico ganó el título de los pesos pesados nada más y nada menos que al gran Joe Louis. Fue recibido en Alemania como un autentico héroe.

La revancha se produjo en 1938, y como recordaría años más tarde el propio boxeador fue una suerte para él perder ese combate ya que pudo quitarse el estigma de nazi al ser repudiado por la jerarquía nacionalsocialista.

Una vez terminada la guerra consiguió la representación de la Coca Cola para Alemania, lo que le hizo un rico hombre de negocios. Demostró ser una excelente persona al ayudar económicamente a su antiguo rival Joe Louis cuando cayó enfermo, llegando incluso a pagar el sepelio.

Nunca ha sido ni será inteligente mezclar política y deporte.

jueves, 26 de abril de 2012

Trabajadores españoles en el Tercer Reich IV.

En esta última entrega de esta serie, se va a tratar la fase final que tuvo la aventura de compatriotas nuestros, en el pasado, por la Alemania nazi.

A medida que crecía en intensidad los bombardeos de la aviación aliada, venía aumentando el temor de las consecuencias muy directas que éstos pudieran tener para los trabajadores españoles. Crecía la preocupación por las vidas y con ello el deseo de regresar cuanto antes a España. Desde el gobiernmo español se recordaba a la administración alemana las clausulas contractuales en caso de afectados por heridos en asuntos de guerra, proponiendo la anulación de los compromisos de los obreros con las empresas contratadoras.

Frente a la mayoría de los trabajadores españoles que querían volver a su país, otros escogieron una alternativa totalmente opuesta. En mayo de 1944, la embajada de Berlín había informado que un número considerable de españoles estaban cruzando la frontera hispanofrancesa para trabajar en Alemania o para ingresar en la unidad de Voluntarios Españoles. Se cree que contaban con la complicidad de oficiales de la fuerzas fronterizas, ya que consta que aquellos que querian abandonar el país impulsados por sus convicciones antifranquistas -por ejemplo para alistarse en las fuerzas aliadas y que participarian en el desembarco de Normandía-, muchas veces fracasaron y no consiguieron sus objetivos.

El 22 de abril de 1945, funcionarios de la embajada española en Berna, habían solicitado del gobierno suizo, un número indeterminado de visados de refugiados para evacuar a algunos de los trabajadores españoles que aún quedaba en el sur de Alemania. Una vez fueron concedidos, unos 150 españoles salieron a finales de mes de Múnich para Bregenz, en el Vorarlberg austriaco. Había sido elegido como punto de encuentro, para desde allí cruzar la cercana frontera con Suiza, adonde ya se habían trasladado los funcionarios de la embajada española en Berlín. Otros trabajadores, sin embargo, entre ellos varios españoles, no habian tenido tanta suerte. Hallándose en Múnich, fueron obligados por oficiales del ejército alemán y de la Waffen SS a excavar trincheras para la defensa de la ciudad, cuando el frente ya había avanzado a sus afueras. Una vez en Suiza, los obreros fueron concentrados en diversos campos, que habían sido rápidamente construidos por las autoridades confederales, encontrándose el principal de éstos en la ciudad de Buhler, cerca de Appenzell. Allí los españoles se veían sometidos a una estrecha vigilancia, ya que sus anfitriones temían que la presencia de estos pusieran en peligro la neutralidad de Suiza.

lunes, 23 de abril de 2012

Europa ocupada


Alemania planeaba anexarse la mayor parte de los territorios orientales conquistados después de que hubieran sido "germanizados". Mientras que algunas zonas iban a funcionar como reservas de personas para realizar trabajos forzados, la mayoría iban a ser colonizadas nuevamente por alemanes. La mayor parte de los planes alemanes para la recolonización fueron pospuestos hasta el fin de la guerra; mientras tanto, las regiones eran explotadas despiadadamente para beneficio del esfuerzo bélico alemán: se confiscaron alimentos, materias primas y suministros de guerra. Personas de la población local fueron usadas para realizar trabajos forzados en las industrias bélicas o en los proyectos de construcción militar. Millones más de personas fueron deportadas a Alemania para realizar trabajos forzados en las industrias bélicas alemanas o en la agricultura.
En Polonia, el régimen alemán fue extremadamente cruel. Las autoridades alemanas consideraban a la población polaca como un suministro de obreros para el trabajos forzados. Se dirigió una campaña de terror contra los miembros de la intelectualidad polaca, y muchos de ellos fueron asesinados o enviados a los campos. Los docentes, los sacerdotes y las figuras de la cultura polacas, que podrían formar el núcleo de un movimiento de resistencia, fueron especialmente objeto de persecución. Los alemanes destruyeron las instituciones culturales y científicas polacas, y saquearon los tesoros nacionales. A los polacos se les suministraban raciones de hambre, y el grueso de los alimentos del país era confiscado por los alemanes para su frente interno.
En la Europa occidental ocupada, se siguieron políticas mucho más suaves. Los países "germánicos" como los Países Bajos fueron elegidos para formar parte de Alemania; otros países, en especial Francia, se mantendrían dependientes de Alemania.

Como resultado de las políticas alemanas durante la guerra, surgieron movimientos de resistencia en toda Europa. A los miembros de las fuerzas armadas irregulares que luchaban contra los alemanes en las áreas ocupadas de Europa se les llamaba "partisanos". Estos hostigaban a las autoridades civiles y militares alemanas en toda Europa, realizando sabotajes, demoliciones y otros tipos de ataques de distracción.
Fechas claves16 DE MAYO DE 1940
LOS NAZIS ORDENAN EL ASESINATO DE LÍDERES POLACOS
10 DE JUNIO DE 1942
LOS ALEMANES DESTRUYEN UN PEQUEÑO PUEBLO CHECOSLOVACO
24 DE MARZO DE 1944
HOMBRES DE LAS SS MASACRAN A ITALIANOS CERCA DE ROMA
10 DE JUNIO DE 1944
UNA UNIDAD DE LAS SS MASACRA A LOS HABITANTES DE UN PUEBLO DE FRANCIA

Fuente: Enciclopedia del Holocausto

Toda la población de Oradour-sur-Glane, un pequeño pueblo del sur de Francia, es masacrada por una unidad de las SS. Más de 600 hombres, mujeres y niños son obligados a ingresar a la iglesia del pueblo, que luego es prendida en llamas. No hay sobrevivientes. Después del desembarco aliado en Normandía (Francia), hubo un aumento en la actividad de la resistencia contra los alemanes en la Francia ocupada. La masacre de hombres, mujeres y niños en Oradour-sur-Glane se llevó a cabo aparentemente como retaliación a esa actividad de la resistencia.

Unidades de las SS (la guardia élite del estado nazi) fusilan a más de 300 italianos en las Fosas Ardeatinas, al sur de Roma, como respuesta a un ataque de la resistencia italiana a soldados alemanes. Por cada soldado alemán asesinado, se fusilan diez rehenes. Después de la masacre, las SS vuelan las fosas. 

Como reacción al asesinato de Reinhard Heydrich (gobernador de Bohemia y Moravia) llevado a cabo por miembros de la resistencia checoslovaca, los alemanes deciden destruir Lidice, un pequeño pueblo ubicado en las afueras de Praga. Muchos de los habitantes son asesinados; aproximadamente 200 mujeres son deportadas al campo de concentración de Ravensbrueck en Alemania y casi 100 niños a otras instituciones. Luego, el pueblo es arrasado por completo; las casas son incendiadas o demolidas.
Hans Frank, administrador nazi de la Polonia ocupada, ordena el arresto y la ejecución de los líderes polacos (políticos, funcionarios estatales, profesionales, intelectuales e incluso sacerdotes). Los nazis buscan aterrorizar a la población polaca y evitar que opongan resistencia a sus políticas. Miles de polacos son arrestados y masacrados. A pesar del terror, el movimiento de resistencia continúa en Polonia.

miércoles, 18 de abril de 2012

Trabajadores españoles en el Tercer Reich III.

Durante los años que los trabajadores españoles estuvieron integrados en el tejido industrial alemán, hubo un factor que preocupó enormemente a los empresarios. Éste fue el absentismo que tuvo un especial protagonismo. Estas quejas se vieron respaldadas por los informes de los inspectores y enlaces sindicales españoles. Sirva como muestra el informe que redactó un inspector español después de haber visitado las instalaciones de la siderúrgica Röchling, en el Sarre, donde observó:

La deficiente conducta de muchos trabajadores, sobre todo solteros y jóvenes, que faltan 10 ó 12 días al mes sin justificación de ninguna clase. En otro informe en relación con la empresa IG Farbenindstriae, se afirma que: El comportamiento de un tanto por ciento de estos productores es deplorable, hasta constituir la vergüenza de los interrogados, la mayoría de los cuales se dedican a jugar, pedir, negociar ocultamente, etc. También es cierto que hubo casos en el que los compromisos de las empresas no se cumplieron promoviendo las protestas de los trabajadores.

Una de las cosas que provocaron el descontento de los españoles fue la comida y el hecho de estar básicamente constituida por patata. Incluso en el caso de tener en la plantilla un cocinero español, los trabajadores argumentaban que los insuficientes ingredientes disponibles impedían la elaboración de comidas al gusto español.

Aunque la economía alemana se hallaba muy controlada y dirigida por el Estado, la necesidad por parte de las empresas de alcanzar las cuotas de producción fijadas por el régimen y la apremiante falta de mano de obra creaba para los extranjeros un mercado laboral que ofrecía mucha libertad. Estaban libres de la obligación de llevar la llamada Cartilla del Trabajo, un documento que habiendo sido introducido a principios de la dictadura nazi, regía desde entonces la vida laboral de los obreros alemanes. En esta cartilla se relacionaba las distintas empresas en la que el trabajador había prestado sus servicios. A ese documento equivaldría la actual Vida Laboral que expide la Seguridad Social.

Una de las principales medidas diseñadas para impedir que los obreros, abandonando sus obligaciones contractuales, pasasen a empleos mejor remunerados o aumentasen sus ingresos mediantes actividades extralegales, como el mercado negro, o claramente criminales, fue proclamada por el gobierno español en noviembre de 1943:

Se estipuló que bajo ningún concepto se admitirá por el Instituto Nacional de Moneda Extranjera giros mensuales superiores a 300 marcos.

La citada medida constituía una prueba irrebatible de que muchos trabajadores españoles se las arreglaban de alguna forma para conseguir ingresos adicionales sustanciosos. El siguiente testimonio parece probar que las remesas no llegaron a adquirir ese carácter masivo que se había esperado al concluir el convenio con Alemania:

Frecuentemente, de grupos cinco o seis trabajadores, que han sido interrogados sobre este extremo, únicamente uno o dos han manisfestado haber enviado a sus familiares ciertas cantidades con cargo a su salario.

Como motivo de esta conducta, el mismo testimonio apuntaba:

que son muchos los que destinan el producto de su trabajo a satisfacer no ya sus necesidades, sino caprichos de tipo privado o privadísimo, dejando incumplidas manifiestas obligaciones morales familiares, que debieran ser ineludibles.

Uno de los elementos que ayudaban a crear el espacio donde podía desarrollarse esta relativa libertad fue el hecho de que muchos de los españoles no trabajaban en grandes empresas y que estaban desprovistas de los habituales servicios de vigilancias. Desde mediados de 1944, para mandar una carta a casa, los obreros necesitaban una tarjeta de control, que una vez rellenada con sus datos personales y con la indicación del idioma utilizado, debían entregar junto con la carta a enviar en la ventanilla de correos. Sólo tenían derecho a dos tarjetas por mes. Se prohibía a los obreros de permiso que iban a sus ciudades de origen, que llevasen cartas de otros trabajadores para sus familiares o amigos, siendo este hecho punible.

En la entrada del próximo jueves, describiremos la fase final de los trabajadores españoles por tierra germana.

domingo, 15 de abril de 2012

Discurso de Churchill 1940


Debemos recordar que estamos en las fases preliminares de una de las grandes batallas de la historia, que nosotros estamos actuando en muchos puntos de Noruega y Holanda, que estamos preparados en el Mediterráneo, que la batalla aérea es continua y que muchos preparativos tienen que hacerse aquí y en el exterior. En esta crisis, espero que pueda perdonárseme si no me extiendo mucho al dirigirme a la Cámara hoy. Espero que cualquiera de mis amigos y colegas, o antiguos colegas, que están preocupados por la reconstrucción política, se harán cargo, y plenamente, de la falta total de ceremonial con la que ha sido necesario actuar. Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este Gobierno: «No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor».
Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturaleza. Tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de combate y sufrimiento. Me preguntáis: ¿Cuál es nuestra política?. Os lo diré: Hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes humanos. Esta es nuestra política.
Me preguntáis; ¿Cuál es nuestra aspiración?. Puedo responder con una palabra: Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia. Tened esto por cierto; no habrá supervivencia para todo aquello que el Imperio Británico ha defendido, no habrá supervivencia para el estímulo y el impulso de todas las generaciones, para que la humanidad avance hacia su objetivo. Pero yo asumo mi tarea con ánimo y esperanza.
Estoy seguro de que no se tolerará que nuestra causa se malogre en medio de los hombres. En este tiempo me siento autorizado para reclamar la ayuda de todas las personas y decir: «Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas».

jueves, 12 de abril de 2012

Trabajadores españoles en el Tercer Reich II


Seguimos adentrándonos en el papel jugado por miles de trabajadores españoles que viajaron hasta Alemania para poder trabajar tras la Guerra Civil Española. En esta ocasión descubramos como era el marco contractual.

Los contratos de trabajo eran de carácter individual; es decir, el trabajador lo firmaba en presencia del representante de la empresa donde iba a prestar sus servicios. Inicialmente solían tener una vigencia de un año pero podía se prorrogados en uno o dos más.

La CIPETA había establecido que las esposas de los trabajadores que estaban en Alemania podían seguir el ejemplo de sus maridos una vez que hubieran conseguido un contrato de trabajo. más tarde también se permitiría contratar a menores.

Los salarios contratados variaban según la localidad y la región donde se hallaba el lugar de trabajo y, desde luego, el tipo de cometido a desempeñar. El promedio de los sueldos oscilaban entre los 60 y los 90 céntimos de marco por hora. Por tanto, una jornada de 8 horas solía reportarle al trabajador español entre 4 y 7,20 marcos diarios (un marco equivalia a 4,24 pesetas de entonces). Los gastos de alojamiento colectivo y de comida oscilaban entre 10 y 15 marcos por semana.

Uno de los elementos principales del convenio era el derecho a un descanso anual. La empresa corría con los gastos de ida hasta la frontera española y en la vuelta desde ese mismo punto hasta la localidad de residencia alemana. Como resultado del estricto control de divisas, sólo se permitía la salida de 10 marcos, es decir, 42,40 pesetas españolas por persona. Las empresas alemanas, por tanto, debían retirar del sueldo del trabajador equivalente al billete entre los trayectos de Hendaya al domicilio español y la vuelta hasta la ciudad fronteriza.

También se garantizaba que la Caja Nacional de Seguro de Accidente alemana iba a abonar a los accidentados las prestaciones e indemnizaciones que concedía la legislación española, disfrutando de las mismas ventajas del seguro social incluso cuando se hallaban de permiso en España.

Los funcionarios de la CIPETA aprovechaban en las negociaciones con los representantes alemanes la situación precaria laboral del mercado del Reich para tratar de conseguir un máximo de ventajas económicas y sociales para los trabajadores españoles. Cuando por lluvia u otras condiciones climatológicas, los obreros españoles no pudieran trabajar al aire libre, se les empleaba en labores bajo techo sin que sufriera merma en sus jornales, como ocurría en caso de ser un trabajador alemán, que se le descontaba el 40% de importe de su sueldo diario.

Se insistía en la obtención de un certificado en el que se reflejaba que eran sostenedores económicos de sus familias. Al presentarlo ante la empresa alemana, ésta debía pagarles la cantidad en concepto de compensación por separación familiar.

En la tercera parte trataremos ciertos elementos conflictivos a tener en cuenta, de los que todavía padecemos sus efectos más adversos.

lunes, 9 de abril de 2012

Las Schutzstaffel


Una importante herramienta del terror nazi era el Escuadrón de Protección (Schutzstaffel), o las SS, que comenzaron como una guardia especial para Adolf Hitler y otros líderes del partido. Los miembros de las SS, que usaban camisas negras, formaban un grupo élite más pequeño cuyos integrantes también servían como policías auxiliares y más tarde, como guardias de los campos de concentración. Las SS, que con el tiempo superaron en importancia a las Tropas de Asalto (SA), se convirtieron después de 1934 en el ejército privado del partido nazi.
El jefe de las SS, Heinrich Himmler, también convirtió a la policía común (la que no pertenecía al partido) en un instrumento del terror. Fue él quien ayudó a forjar la poderosa Policía Secreta del Estado (Geheime Staatspolizei), o Gestapo, cuyos policías no uniformados usaban métodos brutales y crueles en toda Alemania para identificar y arrestar a oponentes políticos y a otras personas que se negaran a obedecer las leyes y las políticas del régimen nazi.
En los meses posteriores a la toma del poder por parte de Hitler, los agentes de las SA y la Gestapo fueron puerta a puerta en busca de enemigos de Hitler. Los socialistas, los comunistas, los líderes sindicales y otras personas que habían hablado en contra del partido nazi fueron arrestadas y algunas fueron asesinadas. A mediados de 1933, el partido nazi era el único partido político y casi toda la oposición organizada al régimen había sido eliminada. En Alemania la democracia había muerto.
Muchos grupos diferentes, incluso las SA y las SS, instalaron cientos de "campos" improvisados en depósitos, fábricas y otros lugares vacíos de toda Alemania donde encerraban a los opositores políticos sin juicio y bajo condiciones de gran crueldad. Uno de estos campos se estableció el 20 de marzo de 1933, en Dachau, en una fábrica de municiones abandonada de la Primera Guerra Mundial. Ubicado cerca de Munich, en el sudoeste de Alemania, Dachau se convertiría en el campo de concentración "modelo" de un vasto sistema de campos de las SS.

Fechas claves
22 DE FEBRERO DE 1933
LAS SS Y LAS SA SE CONVIERTEN EN UNIDADES POLICIALES AUXILIARES
28 DE FEBRERO DE 1933
UN DECRETO TRAS EL INCENDIO DEL REICHSTAG AUMENTA EL PODER DE LA POLICÍA
20 DE MARZO DE 1933
HEINRICH HIMMLER ANUNCIA LA APERTURA DE DACHAU
17 DE JUNIO DE 1936
HEINRICH HIMMLER SE CONVIERTE EN EL JEFE DE LA POLICÍA ALEMANA

Adolf Hitler nombra al jefe de las SS, Heinrich Himmler, jefe de todas las unidades de policía alemanas. Todos los poderes de la policía ahora están centralizados. La Gestapo (policía secreta del estado alemán) queda bajo control de Himmler. Como responsable de la seguridad del estado, tiene la autoridad para mandar gente a los campos de concentración. Los miembros de la Gestapo suelen ser también miembros de las SS.

El campo de Dachau, ubicado cerca de Munich, en el sur de Alemania, es uno de los primeros campos de concentración establecidos por los nazis. El jefe de las SS, Heinrich Himmler, anuncia su apertura el 20 de marzo de 1933 y los primeros prisioneros llegan el 22 de marzo. Son principalmente comunistas y socialistas. Dachau es el único campo que permanece en funcionamiento desde 1933 hasta 1945. 

Un decreto de emergencia posterior a la quema del Reichstag (parlamento alemán) el 27 de febrero de 1933 le concede a la policía poder casi ilimitado para arrestar. Este poder es conocido como "custodia protectora". En la terminología nacionalsocialista, "custodia protectora" significa el arresto de posibles oponentes al régimen sin el beneficio de juicio o procedimientos judiciales. Los prisioneros que se hallan bajo custodia protectora no son encerrados en el sistema de cárceles comunes sino en campos de concentración. Estos campos fueron inicialmente establecidos por las Tropas de Asalto (SA) y más tarde quedan bajo la exclusiva autoridad del jefe de las SS (la guardia élite del estado nazi). 

Menos de un mes después de su nombramiento como canciller de Alemania, Adolf Hitler convoca a elementos del partido nazi para actuar como policía auxiliar. Las SS, que inicialmente eran guardaespaldas de Hitler, y las SA, las fuerzas de choque o Tropas de Asalto del partido nazi, ahora tienen el poder de la policía oficial. Esto aumenta aun más el poder del partido nazi en la sociedad alemana.

jueves, 5 de abril de 2012

Trabajadores españoles en el Tercer Reich I

Hace poco leía una información en la que se exponía la necesidad de ingenieros por parte de Alemania. Esto me hizo recordar otras épocas en las que la sociedad germana ha necesitado mano de obra proveniente de otros países. Recordemos como en los años sesenta del pasado siglo, casi un millón de españoles viajaron hasta la ordenada y aséptica Alemania para poder trabajar. Pero también durante el Tercer Reich, miles de españoles hallaron un lugar para trabajar tras una guerra civil que había destrozado un país.

Un convenio entre Madrid y Berlín creó las condiciones para que miles de conciudadanos fuesen a parar a Alemania. También fueron reclutados entre los refugiados en Francia y se alistaron voluntariamente para la misma potencia.

Aunque ya existía la posibilidad de empleo en tierras germanas a través de la Oficina de Colocación de la Central Nacional-Sindicalista (CNS), el factor que promovió definitivamente la puesta de marcha de obreros españoles en puestos alemanes fue el convenio entre ambos países firmado el 21 de agosto de 1941.


El objetivo era sustituir a los ciudadanos movilizados en el frente. Para ello se necesitaban artesanos , marineros y técnicos de navegación entre otros. España respondería satisfactoriamente debido al gran problema de paro existente.

La Comisión Interministerial para el Envío de Trabajadores a Alemania (CIPETA), fue constituida el 3 de setiembre de 1941. Era la suma de la colaboración entre los ministerios de Trabajo, Asuntos Exteriores y la CNS. Su sede central estaría en la calle Alcalá 84 de Madrid. Debian seleccionar en todas la provincias españolas a los solicitantes que iban a ser enviados a Alemania. Los criterios era flexibles en cuanto a la ideología de los remitidos e incluso se podían comprobar que algunos presos políticos eran constituyentes de las primeras remesas de obreros.

La propaganda a favor de la contratación era gestionada por la Jefatura de Prensa y Propaganda de las delegaciones sindicales de las distintas provincias, mientras que las certificaciones sanitarias eran efectuadas por personal español y alemán.

Hasta octubre de 1941, se aceptaron 4000 solicitudes provenientes de la provincias de Madrid, Sevilla y Cádiz. En cuanto firmaban el contrato de trabajo, los obreros recibían el billete de tren para su destino. Los grupos iban acompañados de un jefe de expedición, que solía ser personal de Falange Española o del sindicato vertical. Las primera expediciones salieron a partir del 24 de noviembre del 1941, siendo la provincia que más trabajadores aportó la onubense (987).

Tras su llegada a Alemania, eran alojados en campamentos y en casas alquiladas para tal menester. Los campamentos multinacionales compuestos de barracones construidos antes de la Segunda Guerra Mundial, debido a que fueron utilizados por obrero alemanes durante la ejecución de las grandes obras públicas, propias de la economía alemana de aquellos años. Lo normal es que el cocinero fuese español por su destreza gastronómica.

El organismo español en Alemania a cargo de los trabajadores era la Inspección y Tutela de los Obreros Españoles en Alemania, llamada simplemente Delegación Especial. Se encargaba de vigilar a los trabajadores y ocuparse de sus necesidades de alojamiento y alimentación. El territorio del Reich estaba dividido en 15 inspecciones. Los delegados o inspectores uno por nacionalidad, viajaban constantemente para, a través del diálogo directo con los enlaces sindicales, conocer los incidentes y problemas a resolver en cada zona.

Existía el Periódico de los Obreros Españoles en Alemania, cuya primera edición fue el 3 de mayo de 1942 siendo su director Modesto Suárez. Además, se sumó otro proyecto titulado Mensaje, que era editado por la Falange Española, extremo no confirmado. En su edición cultural del 2 de octubre, llevaba una entrevista de Eduardo Haro Tecglen con la directora de cine Leni Riefenstahl. También contenía información sobre fútbol internacional, espectáculos, etc. Abordaba temática burocrática de la vida laboral y social de los españoles y propaganda nazi dirigida a los trabajadores extranjeros. Se agradecía la ayuda de los países colaboradores con el régimen nazi y se criticaba a los judíos en general.

En mi próxima entrada abordaremos el marco contractual del trabajador español durante el Tercer Reich.

lunes, 2 de abril de 2012

Testigos de Jehová en el Tercer Reich

Los Testigos de Jehová fueron víctimas de una intensa persecución bajo el régimen nazi, debido a que se negaban a aceptar la autoridad del estado por sus conexiones internacionales y porque se oponían con vehemencia tanto a la guerra en nombre de una autoridad temporal como a un gobierno organizado en temas de conciencia.
Transcurridos sólo algunos meses desde el momento en que los nazis tomaron el poder, los gobiernos regionales, en primer lugar los de Baviera y Prusia, comenzaron la ofensiva en contra de los Testigos de Jehová interrumpiendo sus reuniones y saqueando sus oficinas locales para luego ocuparlas. El 1 de abril de 1935, el Reich y ministro del interior prusiano ordenó a los oficiales locales a cargo disolver la Sociedad de la Atalaya.
Muchas de las acciones de los Testigos de Jehová suscitaban el antagonismo de las autoridades nazis. Los testigos sostenían que eran apolíticos y que sus acciones no estaban en contra de los nazis, pero el hecho de no estar dispuestos a realizar el saludo nazi, ni formar parte de las organizaciones del partido o permitir a sus niños formar parte de la Juventud Hitleriana, su negativa a participar en las denominadas elecciones o plebiscitos, y su negativa a adornar sus hogares con las banderas nazis los hacían blancos de sospechas. Una unidad especial de la Gestapo (policía secreta del estado) creó un registro de todas las personas sospechadas de ser Testigos de Jehová. Los agentes de la Gestapo se infiltraron en las reuniones de estudio de la Biblia. Si bien los Testigos de Jehová como tales no estaban prohibidos, muchas de las actividades básicas para el ejercicio de su fe se volvieron progresivamente blancos de ataque. Sobre todo, las autoridades trataron de prohibir la distribución de publicaciones, que se producían en forma local o que se ingresaban de contrabando de otros países en grandes cantidades, y que para los nazis eran claramente subversivas.
Cuando en marzo de 1935 se restableció en Alemania el servicio militar obligatorio, el conflicto con los testigos se agudizó. Por negarse a enlistarse o a realizar tareas relacionadas con la actividad militar y por continuar con las reuniones ilegales, se incrementaron los arrestos de Testigos de Jehová, quienes eran juzgados por las autoridades judiciales y encarcelados en prisiones y campos de concentración.
En 1939, un número estimado en 6.000 testigos (incluidos algunos de Austria y Checoslovaquia) estaban detenidos en prisiones o campos. Otros huyeron de Alemania, continuaron con sus prácticas religiosas en privado o bien las abandonaron por completo. Algunos fueron víctimas de torturas en un intento por hacerlos firmar declaraciones en las cuales renunciaban a su fe, pero pocos cedieron ante esta presión.
En los campos de concentración, todos los prisioneros llevaban marcas de distintas formas y colores para que los guardias y oficiales de campo pudieran identificarlos por categorías. Los Testigos de Jehová llevaban parches triangulares color púrpura. Aun en los campos, ellos continuaban con sus reuniones y sus oraciones, y las actividades misioneras para captar adeptos a su fe. En el campo de concentración de
Las condiciones en los campos nazis eran duras para todos los prisioneros. Muchos murieron de hambre, por enfermedades, de agotamiento, por exposición al frío y por el trato cruel. Los Testigos de Jehová que estaban cautivos se mantenían en base al apoyo mutuo y porque creían que su sufrimiento era parte de su trabajo para Dios. Los testigos, en forma individual, dejaban atónitos a los guardias al negarse a realizar rutinas militares como pasar lista o enrollar vendajes para los soldados que peleaban en el frente. Al mismo tiempo, las autoridades del campo consideraban que los testigos eran relativamente confiables, ya que se negaban a escapar y no ofrecían resistencia a los guardias. Por esta razón, los oficiales y guardias de campo nazis utilizaban generalmente a los testigos como empleados domésticos.
De los 25.000 a 30.000 alemanes que en 1933 eran Testigos de Jehová, un número estimado en 20.000 continuó activo durante el período nazi. Los restantes huyeron de Alemania, renunciaron a su fe, o practicaron su fe dentro del ámbito familiar. De los que permanecieron activos, aproximadamente la mitad recibió condenas de un mes a cuatro años de prisión, con un promedio de 18 meses, en alguna oportunidad durante la era nazi. De los condenados o sentenciados, entre 2.000 y 2.500 fueron enviados a campos de concentración, de los cuales, entre 700 y 800 aproximadamente no eran alemanes (este número incluye alrededor de 200 a 250 holandeses, 200 austriacos, 100 polacos, y entre 10 y 50 belgas, franceses, checos y húngaros).
El número de Testigos de Jehová que murió en campos de concentración y prisiones durante la era nazi se estima en 1.000 alemanes y 400 de otros países, incluidos unos 90 austriacos y 120 holandeses aproximadamente. (Los Testigos de Jehová que no eran alemanes sufrieron un porcentaje de muertes considerablemente más alto que los testigos alemanes). Además, aproximadamente unos 250 Testigos de Jehová alemanes fueron ejecutados luego de ser juzgados y condenados por tribunales militares por negarse a prestar servicios en el ejército alemán.

Fuente: Enciclopedia del holocausto
Buchenwald, crearon una imprenta clandestina y distribuían panfletos religiosos.