lunes, 31 de octubre de 2011

Los Dioses de Berlín, mi primera novela

En esta época que nos tocado vivir también hay alguna buena noticia, incluso en el difícil mundo de la literatura.
Permitidme que os hable de un instante de mí. Desde que tengo uso de razón he querido ser escritor, si bien siempre me ha faltado el valor y la autoestima para intentar publicar. Pero llega un día en que te das cuenta que no se puede vivir sin por lo menos intentar conseguir aquello que se anhela.
Un buen día decidí que había que comenzar a moverse. Con el inestimable apoyo de mi mujer comencé a mandar mis escritos a concursos y editoriales. Durante un tiempo no conseguí nada, hasta que un día recibí una llamada diciendo que había quedado finalista en un concurso. Después llegó algún reconocimiento más. Eso no era a lo que yo aspiraba, y seguí probando con agentes literarios y editoriales.
Aquí es donde llegan los problemas.
Los agentes literarios:
Son muy pocos los que realmente te hacen caso, la mayoría ni se molestan en contestar, el silencio administrativo es muy usado por ellos. Aunque hay que tener en cuenta que reciben cantidades ingentes de propuestas. De todas formas una pequeña contestación no se le debería negar a nadie.
Hay algunos agentes que te piden dinero por leer tu manuscrito. Te mandan un informe y te corrigen los fallos que ellos creen que tienes. Solo es eso, no te representan.
Ahora llegan las editoriales.
Los libros se pueden editar de tres maneras.
1ª Autoedición: Tú te lo pagas todo y te mandan los libros. Las librerías no aceptan autoediciones, ya que no han pasado la criba de una editorial. Todos el dinero que ganes con la venta de los libros es para ti
2ª Coedición: Tú sigues pagándolo todo, pero se supone que la editorial lo distribuye. Cosa bastante rara ya que ya han sacado los beneficios. Se quedan un porcentaje de lo que se vende.
3ª Tradicional: La editorial se encarga de todo, corrección, maquetación, edición, distribución, promoción. A cambio el autor gana entre un 8% y un 10% del precio del libro. Es lo que hay , o lo tomas o lo dejas.
Recibí muchas ofertas de las dos primeras formas de publicar, pero yo no estaba dispuesto a poner un solo duro.
Las editoriales tradicionales suelen comportarse más o menos como los agentes.
Por fin, hace ya más de un año, recibí el correo deseado. Una pequeña editorial andaluza(las grandes no dan oportunidades a escritores noveles) estaba interesada en publicar mi novela. Me mandaron un contrato estándar y después de pedir consejo a alguien que sabe mucho de esto, nuestro afamado Jesús Hernández, lo firmé.
Pues ahora puedo decir que mi novela Los Dioses de Berlín estará (crucemos los dedos) para navidad en las librerías.
Ahora solo falta esperar el veredicto de los lectores.
Os pongo dos "booktrailers" de la novela para que vayáis abriendo boca. Aunque alguno ya la ha probado del todo.







jueves, 27 de octubre de 2011

¿Eres nazi?


Esto de ser aficionado a la Segunda Guerra Mundial tiene sus incovenientes. Nos os ha pasado alguna vez que cuando habláis con alguien y llega el momento de hacer referencia a vuestras aficiones, y vas y le dices que te gusta la Historia y que concretamente la circunscrita al último conflicto mundial, y ya, cuando le comentas que te fascina los años comprendidos entre 1933-1945, en este momento tu interlocutor, si sabe algo de Historia, te pregunta que si te refieres a "Hitler y todo eso".

Tu le dices que sí, que consideras a esos años una época fascinante. En ese instante te encuentras con el rostro de la otra persona tratando de escudriñar tus más oscuros secretos, las más maliciosas de tus intenciones al respecto y sigue intentando averiguar de que lado estás. Entonces tenemos dos opciones principales: No dejar claro tus ideas sobre el nazismo o maldecir automáticamente al dictador alemán.

La primera alternativa puede llegar a ser divertida si se sabemos jugar nuestra baza, provocando en algunos casos la confusión o la crispación del de enfrente. La otra opción no es tan gratificante ya que sólo tenemos que insultar al Führer, vomitando todo nuestro repertorio de improperios.

Todo esta conversación, cuando sin haber desvelado nuestras cartas ante el atónito interlocutor, toma un giro copernicano cuando planteas la cuestion: "¿tuvo el nazismo algo bueno?", y le empiezas a hablar de las autopistas de Alemania, de los puestos de trabajo creados desde el régimen nazi, de las vacaciones pagadas para los trabajadores, del Volkswagen Escarabajo y otras cosas derivadas del nazismo ( leer El Reich de los Mil Años, de Jesús Hernández, La Esfera de los Libros 2010). El final de la conversación depende de nosotros y de la sensación que queramos dejar en nuestro acompañante.

Esta entrada se me ocurrió por un programa de televisión en el que una persona le preguntaba a otra, después de haber visitado su casa y haber contemplado objetos de coleccionista propios del nazismo, que si era nazi. La ignorancia, en este aspecto, es supina en esta sociedad de la imagen y la apariencia.

El mero hecho de tener una bandera española con el águila de San Juan te convierte a los ojos de los demás en un franquista redomado. Si posees una espada medieval, ¿significa que eres partidiario de Roberto de Jerusalén?, si tienes en casa un Mein Kampf, eres un nazi, etc. Pero no, el no aficionado a la Historia no sabe discernir entre interés y partidismo.

Seguro que vosotros tenéis muchas anécdotas que podéis compartir.

lunes, 24 de octubre de 2011

Los Diarios de Adolf Hitler

El 25 de Abril de 1983, el semanario alemán Stern anunció en su portada haber hallado el diario personal de Adolf Hitler, mismo que sería publicado en sucesivas entregas. "La biografía de Hitler tendrá que ser escrita de nuevo y con ella la historia del Estado nazi", aseguró la revista en su comentario editorial de ese número.
Unos días después la redacción del semanario y la editorial Grüner und Jahr, que financió la compra del diario, presentó 60 tomos, atados por docenas, en una conferencia de prensa a la que habían acudido reporteros del mundo entero. Los cuadernos tamaño carta, forrados de piel, tenían el águila imperial dorada y la svástica al lado de las iniciales FH. ¿Por qué no eran las letras AF, de Adolf Hitler? Estas iniciales que inicialmente se pensó significaban Führer Hitler, fueron el primer indicio ignorado por el reportero Gerd Heidemann, quien hizo el "descubrimiento" del diario.
Heidemann, un premiado reportero de la revista con sede en Hamburgo, famoso por su olfato periodístico y sus reportajes gráficos, era también un fanático coleccionista de "reliquias" del Tercer Reich. Se había endeudado al comprar el yate de Herman Göring, Carin II, que tenía pensado restaurar y vender a algún coleccionista estadounidense.
Heidemann había recibido los diarios de un oscuro personaje, Konrad Kujau, supuestamente anticuario especializado en "reliquias" nazis con sede en Stuttgart, quien afirmaba que los tomos habían sido rescatados tras un accidente aéreo ocurrido en Sajonia, este de Alemania, el 21 de abril de 1945. En sus investigaciones Heidemann incluso encontró la tumba del piloto y restos del avión siniestrado que llevó a Hamburgo, donde fueron guardados en una gigantesca caja fuerte comprada para tal propósito por el semanario.
En un primer paso la revista Stern compró tres tomos por 120.000 marcos alemanes. Posteriormente la dirección editorial decidió adquirir otros 59 tomos por más de 9,3 millones de marcos alemanes, equivalentes a 4,8 millones de euros. Heidemann llevaba el dinero envuelto en bolsas de plástico a Kujau, que le daba a veces uno, a veces varios tomos. "Le llamaba yo a Stuttgart o me llamaba él a Hamburgo y me decía: . A veces llevaba yo 900.000 marcos en efectivo para unos tres o cuatro libros pero Kujau tenía sólo uno", relata Heidemann, entre tanto de 76 años de edad, en una entrevista con el diario Berliner Zeitung.

Para evitar que el proyecto trascendiera a otros medios nacionales e internacionales, la revista decidió guardar absoluto secreto. Sólo unos cuantos estaban enterados del "Grünes Gewölbe" (Bóveda verde) como se bautizó el plan internamente. Después de que los historiadores de la revista confirmaran la autenticidad de los libros, se prescindió de su autentificación por parte de otras fuentes. Poco antes de la publicación se informó al redactor en jefe Peter Koch, quien fue el primero en manifestar dudas sobre la autenticidad de los diarios.
Expertos de Estados Unidos y de Suiza pidieron documentos con la escritura del dcitador de la década de los 40, para compararla con la de los diarios. Y eso no lo tenía el archivo de Stern. Heidemann preguntó a Kujau si tenía algo y Kujau por supuesto que lo tenía. Así fue como los peritos compararon la escritura de dos documentos que provenían de la misma fuente, probablemente de la misma mano. Hasta que un peritaje realizado por expertos de la Policía Criminalística confirmaron que el papel, la tinta y la goma no podían ser de una fecha anterior a 1945.
Aún así dos tomos fueron publicados que dan testimonio de la fértil imaginación de Kujau. En el primer tomo reconstruye historias de mujeres en las que involucra al lugarteniente de Hitler, Josef Goebbels, escribe cómo el dictador prohíbe a sus colaboradores ese tipo de amoríos por decreto y su secreta adicción a tabletas. "Sigo padeciendo de insomnio, y los trastornos digestivos han empeorado", escribe Hitler (Kujau). En el segundo tomo aborda el viaje a Inglaterra de su vicecanciller, Rudolf Hess. El contenido del resto de los tomos, que se encuentran resguardados en el sótano de la sede de Stern en Hamburgo, se desconoce.
Stern suspendió la publicación de los diarios, pero no logró evitar un descalabro en su credibilidad que se tradujo en un desplome de sus ventas y despectivos apelativos entre los medios y la población alemana. Kujau y Heidemann fueron condenados en 1985 a más de cuatro años de prisión acusados de fraude. Kujau murió de cáncer en el 2000 mientras que Heidemann vive de ayuda social en Hamburgo. Hasta el día de hoy Heidemann afirma haber sido engañado e insiste en haber entregado hasta el último centavo de los millones a Kujau, aunque éste reconoció haber recibido sólo una parte.

Fuente: Eva Usi dw-world.de

jueves, 20 de octubre de 2011

La fuga de Island Farm.

En marzo del 1945, alrededor de setenta presos alemanes de alto rango en su mayoría, se escaparon de Island Farm, en Gales del Sur. Hicieron un túnel de unos 22 metros de longitud y lograrón situar el agujero de salida más allá del perimetro del recinto. Ha sido considerado el mayor intento de fuga de prisioneros alemanes en Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial.

El túnel no fue sencillo de hacer, ya que el tipo de terreno arcilloso dificultaba la excavación. Se utilizó latas de carne, cuchillos y sencillas herramientas para excavar. La arcilla era transportada en bolsas o en los bolsillos de los propios prisioneros. El apuntalamiento del túnel se logró mediante el robo de sólidos bancos de madera de roble y patas de camas de los barracones. La ventilación era facilitada por una tubería fabricada por latas de leche condensada y un ventilador. Mediante luz electrica se logró que los excavadores pudieran trabajar por turnos durante las 24 horas. Para ocultar el sonido del trabajo se cantaban canciones alemanas a todas horas del día.

Un grave problema fue la eliminación de la arena arcillosa. Se compactaron en bolas que se hacían pasar por el agujero de una falsa pared, apilándose en la angosta habitación oculta. Los guardias no sospecharon que tras esa pared se ocultaba cientos de kilos de arcilla proveniente del subsuelo del campo.

Como dije, entre el conjunto de prisioneros alemanes existían numerosos oficiales de alto rango, almirantes, generales y mariscales de campo incluidos. El más conocido era el Mariscal de Campo Gerd von Rundstendt, comandante en jefe de los ejércitos alemanes en la campaña contra Francia en 1940. Por su rango, el mariscal contaba con privilegios tales como tener una vivienda privada con sala de estar y un dormitorio.

Mientras que se terminaba el túnel, los reclusos realizaban diversos trabajos y entretenimientos: jardinería, pintura y deportes eran los más comunes.

Para realizar la fuga se organizaron grupos que irían saliendo por órden. Cada uno de ellos iba provisto de mapa, brújula, comida y documentos falsos. Estas identidades falsas fueron realizadas en el propio campo por falsificadores expertos. Los grupos eran independientes y no se conocían entre sí, es decir, nadie sabía si su vecino de litera iba fugarse o no. Esto impedía la traición y el desconocimiento de la cantidad de personas que estaban llamadas a la fuga.

Los fugitivos estudiaron las zonas adyacentes al campo y por las que tendrían que desplazarse. Conocían por los mapas y explicaciones las líneas ferroviarias y las carreteras principales.

Pero a pesar del cuidado puesto en la organización, todos los fugados fueron atrapados según las fuentes oficiales británicas. Muchos fueron detenidos cerca del campo y otros lograron llegar mucho más lejos, como Birmingham o Southampton. Uno de los grupos robó un coche y llegó a hacer 120 millas.

En 2003, con la ayuda de un radar, se consiguió localizar el túnel y se volvió a excavar. El estado de conservación era muy bueno y las vigas de sustentación estaban aún en su sitio.

Como muchos de vosotros sabréis, esta historia se contó en una película llamada La Gran Evasión (1962), del director John Sturges, pero con los fugitivos en el bando aliado.

Y como me gusta insertar vídeos, os dejo con mi escena favorita: la huida del personaje, interpretado por el fallecido Steve Mcqueen, dando saltos con la moto BMW R71 robada a los malos para la ocasión.


lunes, 17 de octubre de 2011

La importancia de la linea Maginot


La Línea Maginot fue una línea de fortificación y defensa construida por Francia a lo largo de su frontera con Alemania e Italia, después del fin de la Primera Guerra Mundial. El término Línea Maginot se usa indistintamente para referirse al sistema completo de fortificaciones, o exclusivamente para referirse a las defensas contra Alemania, en cuyo caso las defensas contra Italia suelen llamarse Línea Alpina. Frente a ella se hallaba la línea fortificada alemana conocida como Línea Sigfrido.
En 1938, el ejército francés realizó maniobras en la zona boscosa de Las Ardenas, al norte de la línea Maginot. Los tanques franceses que hacían el papel de enemigo cruzaron sin problemas las espesas florestas. Pese a todo, en mayo de 1940 la doctrina oficial del Elíseo consideraba imposible el tránsito de las divisiones blindadas alemanas por el bosque.
El general Maurice Gamelin, obsesionado con la Primera Guerra mundial, esperaba el ataque aún mas al norte, desde Bélgica, por lo que dejó pocas tropas y de baja calidad en los bosques de las Ardenas. La línea podría haber cumplido con eficacia alguno de sus objetivos, especialmente reducir el número de tropas para guarecer la frontera, de haber prolongado su construcción hasta la zona boscosa de las Ardenas, desde donde conectarse con el sistema de fortificaciones belga -en particular el Fuerte Eben-Emael que en cualquier caso fue rápidamente conquistado por fuerzas aerotransportadas alemanas durante la Batalla de Francia-. Sin embargo, las Ardenas eran consideradas como de fácil defensa debido a lo accidentado del terreno: una zona de bosques atravesada, además, por el río Mosa. Y finalmente no fue reforzada, lo que propiciaría la penetración alemana en la ofensiva de 1940.
Irónicamente el 22 de Junio de 1940, mientras se estaba firmando el armisticio, las fortificaciones de la Línea Maginot seguían Intactas.

jueves, 13 de octubre de 2011

Los sueños durante el Tercer Reich.

Entre 1933, cuando los nazis tomaron el poder en Alemania, y 1938, un año antes del inicio de la II Guerra Mundial, la periodista judío-alemana Charlotte Beradt recopiló centenares de sueños de la gente más dispar de Alemania. El resultado quedó registrado en un libro poco común: The Third Reich Dreams, un peculiar ejercicio de historia onírica publicado en 1966,.

El objetivo de Beradt era demostrar el “devastador efecto emocional que estaba produciendo el nazismo sobre la población alemana”, según explica Jacobo Siruela en “El mundo bajo los párpados”, el imprescindible tratado sobre la historia onírica que acaba de publicar Atalanta.

Veamos uno de los sueños que rescata Siruela en su libro:

Un médico está en su casa, hojeando un libro de pintura. De pronto, repara en que las paredes de su habitación han desaparecido. Extrañado, se levanta para echar un vistazo, y descubre estupefacto que ninguna casa del vecindario conserva sus paredes. Una voz lejana aúlla desde un altavoz: “¡De acuerdo con el decreto del 17 de este mes sobre la abolición de las paredes!”

Algunos de los testigos –señala el autor- sueñan incluso que está prohibido soñar pero aún así siguen soñando.

El “trabajo de campo” de Beradt no fue fácil, en tanto un régimen paranoico sospechaba de cualquier actividad clandestina, incluyendo los sueños, algo que escapaba totalmente a su alcance. El resultado revela la herida psicológica que el clima social de la Alemania del Tercer Reich ha dejado en los soñantes. Aquí no hay conflictos familiares ni problemas sexuales o personales, sino más bien “sueños políticos”, como los denominó la autora. Los sueños recopilados por Beradt -apunta Stephen Parker “demuestran que el espíritu del hombre estaba en guerra”.

La tesis de Beradt, compartida por Siruela y otros herederos intelectuales de Jung, sostiene que los sueños pertenecen por derecho propio a la memoria histórica de un período concreto. Según dejó dicho Hegel: “si reuniéramos los sueños de un momento histórico determinado veríamos surgir una exactísima imagen del espíritu de ese período”.

La autora de “El Tercer Reich de los Sueños” incluso va un paso más allá, pues considera que el inconsciente colectivo es capaz de anticiparse a las consecuencias de las acciones de los nazis. Escribe Beradt: “Desde el principio gente de todas las procedencias y a pesar del miedo y la ansiedad fueron capaces, a través del sueño, de reconocer los objetivos y los principios del totalitarismo y prever sus consecuencias, de modo que sus sueños resultan retrospectivamente proféticos”. Como muestra, un botón:

Un ama de casa ve cómo su cocina ha sido un agente de la Gestapo que lo inspecciona todo. De pronto se detiene frente a su vieja cocina holandesa, alrededor de la cual se reúnen cada noche la familia y los amigos para charlar. El guardia observa el aparato con un extraño interés; se acerca y abre la tapa del horno; entonces la cocina deja de ser una discreta presencia inanimada y, para horror de toda la familia, comienza a repetir obedientemente todos los chistes y agravios que allí se han dicho contra el gobierno”.

Fuente: La información.com

lunes, 10 de octubre de 2011

La suerte de Albert Speer


Albert Speer, pasó a la historia como el arquitecto de Hitler, pero también fue ministro de Armamento y Municiones del Tercer Reich. Lo único que le diferencio de los demás altos cargos de condenados en los juicios de Núremberg es que pese a que incluso él pensaba que sería condenado a muerte y ahorcado, no fue así. Fue condenado a 20 años de prisión y murió en libertad en 1981. Speer afirmó hasta el último minuto que no sabía nada del Holocausto.

¿Porqué?

Speer, afiliado al partido Nazi desde el 1 de marzo de 1931 al partido Nazi, paso rápidamente a formar parte de las SA y luego en las SS, aunque por errores burocráticos su inscripción en estos grupos no aparece hasta el año 1942. Y ese error fue lo que le salvo de la pena de muerte, puesto que si su entrada databa de ese año era imposible que conociera los movimientos anteriores del gobierno nazi y todo lo relacionado con el exterminio de los judíos.

Aunque aparecieron fotografías suyas en campos de concentración su pena fue solo de 20 años, y todo gracias a que cuando comenzó a formar parte de las SA o alguien traspapelo su inscripción o esta se hizo mal. Fuera como fuese, esto le salvo la vida.

Años más tarde,  con la publicación de documentos desconocidos de las SS sobre la construcción de Auschwitz se constato que Speer, el denominado arquitecto de Hitler, conocía los asesinatos que allí se realizaban en las cámaras de gas.

jueves, 6 de octubre de 2011

Breve e incompleta Historia del carro de combate durante la Segunda Guerra Mundial.

La Blitzkrieg fue clave para que Hitler consiguiera un rápido avance en pro de la conquista de gran parte de Europa. El uso de los carros de combate- mal llamados tanques- fue crucial en gran número de victorias.

Cuando llegaron una serie de derrotas, ya al final del conflicto, el bando aliado se adelantó con sus prácticos Sherman americanos y los famosos T34 soviéticos. Hay que decir que los carros aliados no es que fuesen mejores sino que la gran superioridad numérica fue fundamental en las victorias conseguidas pese a tener los alemanes el poderosos carro de combate Tiger.

En la invasión de Polonia fue Guderian quien comandó a las divisiones Panzer -término que se destina a cualquier vehículo blindado de guerra construido entre los años 1935 y 1945-, logrando la conquista en tan sólo tres semanas. La velocidad, el blindaje y la potencia de fuego inclinaron la balanza a favor del ejercito alemán. El protagonista fue el Panzer III con un blindaje de 90 mm y un cañón de 37 mm.

En África, Rommel con los carros Panzer III y IV combatió frente a los Crusader y Matildas británicos. Los Crusader estaban muy mal armados y con blindaje pobre, además de su mecánica poco fiable que provocaba el abandono y la captura de muchas unidades por parte del ejercito germano.

Los poderosos cañones de 88 mm abrían fuego antes que los pobres carros británico pudiesen reaccionar ocasionado muchas bajas. Con ayuda americana se les proporcionó los M3 Grant que poseía un cañón de 76 mm. Después llegó el conocido M4 Sherman, del que se fabricó más de cincuenta mil unidades. Era un carro moderno de treinta toneladas de peso y un cañón de 75 mm, un motor potente que les permitía moverse a 40 kilómetros por hora, aunque tenía el fallo de utilizar gasolina y, por tanto, ser vulnerable a los incendios por los impactos.

El Alamein supuso la retirada de Rommel por la mayor eficacia de los modernos Sherman norteamericanos, que asesto duros reveses al Afrika Corps.

Todo cambió cuando llegó el temible Tiger I fabricado para el frente oriental. En junio del 44, tres mil carros de combate participaron en la ofensiva del a Operación Barbarroja. Los rusos se vieron acorralados cuando el moderno carro desarrolló todo su potencial en el campo de batalla.

Más tarde su avance se vio frenado por los nuevos T34, con un cañón de 76 mm mejoraba las condiciones generales de los carros de combates alemanes que, en su mayoría, tenían un arma de 55 mm.

El carro de combate ruso resultó muy versátil y manejable, llegándose a fabricar cuarenta y cuatro mil unidades a lo largo de la guerra. Tenía un blindaje con un ángulo inclinado que facilitaba el rebote de los proyectiles enemigos. El Panzer V tuvo como base el T34 ruso aunque no logrando la facilidad de reparación del modelo soviético. Esa fue una de las razones por lo que no se fabricó a gran escala. Una vez más el número de unidades fabricadas fue determinante.

La derrota de Stalingrado provocó un contraataque en el frente de Krusk, hecho que asumió el general ruso Zuchov, atrincherando a sus hombres e utilizando minas y trampas por todo el campo de batalla. Cuando el avance nazi disminuyó, envió a sus carros T34 en masa, embistiendo en muchos casos a los blindados alemanes, lo que dio como resultado setecientas unidades convertidas en chatarra.

Los Tiger resultaron ser unos aparatos muy complicados y sus averías en las congeladas orugas tractoras impedían su movimiento, permitiendo a los soviéticos atacar por las mañanas a primera hora. Estos problemas fueron resueltos pero no facilitaban la fabricación en un número suficiente de unidades para contrarrestar la superioridad de fuego del ejercito soviético. Así comenzó la retirada de las posiciones alemanas del frente oriental.

Durante el desembarco de Normandía y los días posteriores que conforman la Operación Overlord, la cantidad de carros de combate volvió a ser protagonista, consiguiendo los Sherman aprovechar sus cualidades, venciendo al enemigo nazi. Pero cuando las condiciones eran de igualdad, todo era diferente. El conductor de carro alemán Michael Whittmann alcanzó a cuatro carros Cromwell ingleses en la calle principal de Villers-Bocage, en pocos minutos había impactado en 23 unidades aliadas. Pocas semanas después Whittmann fue acorralado por ocho Sherman y a pesar de alcanzar a tres carros aliados, fue destrozado por el fuego de los cinco que sobrevivieron.

Del potente Tiger II sólo se construyeron cuatrocientas ochenta y cinco unidades. Un cañón de 88 mm y blindaje que elevaba el peso del monstruo a 68 toneladas. Sus ataques tenían consecuencias desastrosas para el enemigo y aunque no poseía gran maniobrabilidad fue de gran ayuda en la defensa. Muchos miembros de tripulaciones de carros aliados vieron como sus proyectiles rebotaban en la blindada estructura alemana.

Tecnologia - Megafactorias: Tanques, Abrams M1

Este pasado fin de semana pude ver este documental que desconocía, en el que se narra la reparación de los modernos tanques norteamericanos Abrams M1. Un carro que no se fabrica desde hace años y todas las unidades averiadas son reparadas totalmente en un proceso fascinante. Espero que lo disfrutéis.

lunes, 3 de octubre de 2011

Mayor matanza en un solo día.

Contrariamente a lo que se podía pensar la mayor masacre en un solo día no sucedio en la Segunda Guerra Mundial.


En la Historia de la Humanidad nunca el hombre había matado tantos hombres en una sola jornada; habría que esperar a la bomba atómica para superar el listón.

En la primera jornada de la batalla del Somme hubo 55.000 bajas solamente del bando inglés, sin contar alemanes ni franceses.

Los periódicos ingleses publicaban a diario la lista de bajas británicas desde que empezara la Gran Guerra en 1914, pero aquel día tenían un problema técnico. Ni aun dedicando todas sus páginas a ello cabían los nombres de los 20.000 muertos y 35.000 heridos del aciago 1 de julio de 1916.

La matanza comenzó en un ambiente alegre y confiado, casi de prueba deportiva. La artillería había realizado un novedoso bombardeo de barrido durante seis días, y el mando británico pensaba que las defensas alemanas estarían desintegradas. Les dijeron por tanto a los soldados que no avanzaran corriendo, sino andando pausadamente, manteniendo las líneas de formación.

A las 7.30 de la mañana sonaron los silbatos y 150.000 hombres empezaron a salir de sus trincheras a lo largo de un frente de 28 kilómetros. Los oficiales iban fumando sus pipas y algunos soldados llevaban balones de fútbol; iban a celebrar la conquista jugando un campeonato entre regimientos en territorio enemigo.

Pero hubo un error de cálculo. Las defensas alemanas estaban demasiado bien hechas y no las había afectado el bombardeo. De modo que empezaron a tabletear las ametralladoras. Los alemanes dicen que era como el tiro al blanco en una barraca de feria. Los atacantes alineados, moviéndose despacio, caían en perfecto orden, como si la tópica figura de la Muerte los segara con su guadaña.

Sacar de las trincheras y lanzar al ataque a 150.000 hombres lleva mucho tiempo, pero nadie reaccionó en el Estado Mayor británico, nadie tomó nota de que las cosas no estaban saliendo según el plan. Seguían lanzado líneas y líneas de hombres al ataque, mejor dicho, a la muerte segura. De una brigada surafricana de 3.100 hombres sobrevivieron 140, por citar un ejemplo entre cientos.

Al cabo de unas horas la situación afectó a la moral de los alemanes. Los soldados se sentían asesinos de masas, y los oficiales tuvieron que ponerse pistola en mano tras los que manejaban las ametralladoras, amenazando con pegarle un tiro en la nuca a quien dejase de apretar el gatillo. Muchos alemanes lloraban mientras disparaban.

Los días de julio son largos. La masacre duró hasta la puesta del sol. Después fue una noche inolvidable para ambos bandos, oyendo lamentos de miles y miles de heridos que habían quedado abandonados en tierra de nadie. Robert Graves, el gran novelista, fue uno de los heridos del Somme y relató sus horrores y el impacto moral que causó. Hasta 1916, Inglaterra había mantenido la guerra a base de voluntarios, gente de todas las clases sociales embargada de patriotismo, que tenía fe en el buen hacer de su gobierno y sus jefes militares, pero “el idealismo se acabó en el Somme”, según el historiador A.J.P.Taylor. A partir de entonces los soldados desconfiaron de sus oficiales y sólo pensaban en cómo sobrevivir. Fue preciso recurrir al reclutamiento obligatorio.

Fuente: Errores Históricos