
El 19 de setiembre de 1939, el Comisario para Asuntos Internos de la Unión Soviética, Beria, siguiendo órdenes de Stalin, llamó al Consejo del NKVD para prisioneros de guerra, el capitán de la Seguridad del Estado, Pyotrov K. Sopruneko que estableció campos de prisioneros polacos. Los campos fueron Jukhnovo, Yuzhe, Kozelsk, Kizelshchyna, Oranki, Ostashkov, Putyvli, Starobielsk, Vologod y Gryazovets.
Desde el 3 de abril hasta el 19 de mayo fueron asesinados unas 22000 personas de diversos campos. Sólo 395 personas se salvaron de una muerte segura a manos de los rusos. Estas personas fueron trasladadas desde el campo de Yuknov a Gryazovets.
La mayoría de estas personas fueron asesinadas en Smolensko, en el bosque denominado Katyn. Al igual que los asesinatos de Paracuellos, en Madrid, las ejecuciones comenzaban al atardecer y terminaban al amanecer. Unos enormes ventiladores camuflaban el sonido de los disparos de las pistolas Walther. Los indefensos polacos eran conducidos uno a uno por cada equipo de ejecutores hasta el borde de la fosa y disparados en la nuca.
No solo murieron la mayor parte de los mandos militares polacos sino miles de ciudadanos de cualquier profesión u oficio.
La documentación probatoria, con la carta de Beria incluida, fue guardada celosamente en los archivos del PCUS, sin que tuvieran noticia de ella más que los máximos responsables soviéticos. Gorbachov eludió todas las peticiones para su publicación, incluidas la del general Jaruzelski, pero no pudo impedir que la perestroika lanzada por él mismo terminara haciendo luz sobre la matanza.
En 1988, finalmente, Moscú admitió la responsabilidad de su policía de Estado en el crimen, aunque la presentación de las disculpas no se produjo hasta octubre de 1990. El día en que cedió el poder a Borís Yeltsin, en diciembre de 1991, le entregó personalmente la carpeta que contenía la carta de Beria a Stalin, con una indicación: "Temo que puedan surgir complicaciones internacionales. Pero eres tú quien tiene que decidir". En 1992, Yeltsin entregó la documentación al tribunal supremo de la Federación Rusa para que la adjuntara al proceso contra el PCUS como organización criminal, así como al presidente polaco Lech Walesa.
Se conoce casi todo de Katyn. Los nombres de los ejecutores y los responsables, los móviles del crimen y los documentos probatorios. Nadie ha sido acusado y ni siquiera interrogado en Rusia acerca de todo ello. Andrzej Wajda hizo hace tres años un filme estremecedor, que ya se estrenó en España. Pero en la Rusia de Putin, la niebla cubre de nuevo la memoria del estalinismo. No es extraña la inquietud actual de los polacos.
Setenta años después, Rusia reconoce oficialmente que la orden de fusilar a miles de oficiales polacos la primavera de 1940 la dieron las autoridades soviéticas, es decir, el dictador bolchevique Iósif Stalin. La Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento ruso) ha aprobado la declaración correspondiente por amplia mayoría y con el voto en contra de solo los comunistas.
El enturbiamiento de los rusos respecto a los sucesos de Katyn tiene su momento más trágico en el 10 de abril de este mismo año 2010, cuando la delegación encabezada por el presidente polaco Lech Kaczyński viajaban hacia Smolensko para conmemorar el setenta aniversario de la matanza de Katyn y su avión se estrellaba, con resultado fatal, en las cercanías del aeropuerto de dicha ciudad.