viernes, 23 de noviembre de 2012

La perra de Belsen

Irma Ilse Ida Grese nació un 7 de octubre de 1923 en Wrechen, Alemania. En su infancia fue una niña tranquila y algo tímida. Dotada de una gran belleza física, nadie imaginó que, tras aquel rostro angelical, se escondía la semilla de un monstruo cruel y sádico. El monstruo solo necesitaba del escenario adecuado para manifestare: así, a los 19 años fue nombrada supervisora de prisioneros en Auschwitz. La historia nunca olvidará como se reía entregando famélicas judías a los perros hambrientos, como depravadamente disfrutaba de latiguear los senos de las prisioneras “más dotadas” o de apagar vidas a su antojo apretando el gatillo de su pistola. Tras la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, sus crímenes la convirtieron en la mujer más joven en ser enviada a la horca bajo las leyes británicas, siendo ejecutada un 13 de diciembre de 1945 a sus 23 años. Tras su muerte, en su alojamiento se hallaron tres lámparas con las pantallas hechas de piel humana; según se rumorea, de prisioneros despellejados por sus propias manos.
Odiada profundamente por sus víctimas judías, la combinación de su maldad y belleza han hecho que se la recuerde bajo títulos como “El Ángel de Auschwitz”, “El Ángel de la Muerte” o “La Bestia Bella”. También se la ha llamado “La Perra de Belsen”.

.Irma fue hija de un lechero disidente del Partido Nazi y de una mujer llamada Berta. Durante su infancia fue una niña normal; inclusive, según declaraciones de su hermana Helen (efectuadas durante el juicio): “de niña era bastante tímida y en modo alguno violenta. Evitaba los enfrentamientos y, en caso de peleas entre niños, siempre huía”.

El único suceso traumático del que se tiene noticia fue el suicidio de su madre en 1936, cuando Irma era apenas una preadolescente. No se sabe si esto influyó en su indisciplina escolar, pero lo cierto es que a los 15 años abandonó el colegio como consecuencia de su desgano y de los intereses que había empezado a mostrar por integrarse a las juventudes hitlerianas, deseando por ello unirse a la Liga de la Juventud Femenina Alemana, agrupación que su padre desaprobaba.

Lo anterior, junto con lo que queda de relevante antes de su transformación, fue narrado por boca de la propia Irma Grese durante el Juicio de Bergen-Belsen, en el cual los tribunales británicos la juzgaron a ella y a 44 personas más implicadas en la administración del campo de concentración de Bergen-Belsen. Sus palabras fueron: “En 1938 dejé la escuela elemental y durante seis meses estuve empleada como jornalera en una granja. Después, trabajé en una tienda, en Luchen, otros seis meses. Cuando cumplí los 15 conseguí un puesto de limpiadora en un hospital en Hohenlunchen, y allí permanecí dos años. Intenté convertirme en enfermera, pero la Oficina de Trabajo no me lo permitió y me enviaron a una lechería en Fürstenberg. En Julio de 1942 volví a solicitar un puesto de enfermera; pero, a pesar de que protesté contra ello, la Oficina de Trabajo me asignó al campo de Ravensbrück, como parte del cuerpo auxiliar femenino de las SS. Estuve allí hasta marzo de 1943”

Otra versión —que casi seguramente es la verdadera dado que se sabe que Irma mintió en el juicio al negar algunas acusaciones reales— dice que ella, pese a que en realidad sí prefería desempeñarse como enfermera, no estaba inconforme con su puesto en Ravensbruck, apareciéndose campantemente en casa durante un permiso. Al verla en el uniforme de las SS con esa actitud de complacencia, su padre y ella tuvieron una muy acalorada discusión, tras la cual Irma fue expulsada de casa ya que no estaba dispuesta a renunciar a su nazismo.
. 
En 1943 Irma entró en el Campo de concentración de Auschwitz, como una SS Oberaufseherin (guardia femenina). Con impresionante rapidez, a finales del mismo año fue ascendida a supervisora, llegando a ser la segunda mujer de más alto rango después de María Mandel. Dicen que fue su enorme fanatismo nazi y su considerable sadismo lo que le abrió la puerta a tan veloz ascenso, aunque su belleza estuvo implicada en el asunto, tal y como queda claramente sugerido en el hecho de le gustaba ‹‹compartir su belleza›› con oficiales de alto rango como Joseph Mengele y Josef Kramer, además de otros menos conocidos, desconocidos o no confirmados.

Aproximadamente unas 30000 prisioneras le fueron delegadas en Auschwitz, lo cual representó el terreno ideal para desatar abiertamente sus pulsiones crueles, cosa que Irma no dudó en aprovechar: primero  en Auschwitz, luego en Ravensbruck y finalmente en Bergen Belsen. En aquel recorrido tuvo lugar el proceso psicológico en que Irma fue incrementando sus tendencias oscuras, desembocando ya desde sus primeras etapas en el sadismo exacerbado que la llevaría a la fama y a la horca.
                      
Olga Lengyel fue una de las víctimas que sobrevivió a la crueldad de Irma Grese. Años después del Holocausto, Olga reunió documentación y ordenó recuerdos para escribir Los hornos de Hitler; de allí, como introducción al siniestro perfil de Irma, se pueden citar estas palabras: ‹‹Irma Grese se adelantaba hacía las prisioneras con su andar ondulante y sus caderas en movimiento. Los ojos de las cuarenta mil desventuradas mujeres, mudas e inmóviles, se clavaban en ella. Era de estatura mediana, estaba elegantemente ataviada y tenía el cabello impecablemente arreglado.
El terror mortal inspirado por su presencia la complacía indudablemente y la deleitaba. Porque aquella muchacha de veintidós años carecía en absoluto de entrañas. Con mano segura escogía a sus víctimas, no sólo de entre las sanas, sino de entre las enfermas, débiles e incapacitadas.
Las que, a pesar de su hambre y penalidades, seguían manifestando un poco de su belleza física anterior eran las primeras en ser seleccionadas. Constituían los blancos especiales de la atención de Irma Grese.
Durante las “selecciones”, el “ángel rubio de Belsen”, como más adelante había de llamarla la prensa, manejaba con liberalidad su látigo. Sacudía fustazos adonde se le antojaba, y a nosotras no nos tocaba más que aguantar lo mejor que pudiésemos. Nuestras contorsiones de dolor y la sangre que derramábamos la hacían sonreír››

Las palabras anteriores muestran ya que Irma se fijaba mucho en la belleza de las prisioneras, eligiendo como blanco a las de mejor aspecto. Detrás de eso no estaba la envidia sino una sexualidad retorcida. Testigo de sus sangrientas exquisiteces fue Gisella Pearl, médica de los prisioneros que en el Juicio de Bergen-Belsen declaró: “Grese gustaba de azotar con su fusta en los senos a jóvenes bien dotadas, con el objeto de que las heridas se infectaran. Cuando esto ocurría, yo tenía que ordenar la amputación del pecho, que se realizaba sin anestesia. Entonces ella se excitaba sexualmente con el sufrimiento de la mujer”. Complementariamente, la pervertida Bestia Bella tenía otras costumbres ligadas a su perfil de predadora sexual: 1) tenía una esclava sexual con la cual mantenía un sádico romance lésbico, 2) con relativa frecuencia, mandaba a traer prisioneras de buen aspecto para usarlas sexualmente, uso en el que la tortura y la degradación solían hacerse presentes, 3) se vinculó sexualmente a varios oficiales e incluso parece que a ciertos prisioneros masculinos, por lo cual algunas veces obligó a un médico prisionero húngaro a que le practique abortos, so pena de muerte

Además de sádica sexual, Irma Grese era una auténtica asesina cuya maldad no se frenaba ni con los niños, un ser que en promedio tenía la responsabilidad de unas 30 muertes…La revista digital FDM, en un artículo de Mónica González Álvarez, nos muestra parte de lo dicho en estos términos: ‹‹Otro de sus “modus operandi”, consistía en asesinar a las internas pegándoles un tiro a sangre fría. Los abusos sexuales y las torturas a niños estaban a la orden del día. Irma no conocía ni tenía límites. Su extremada depravación le llevó a pegar sádicas palizas con un látigo trenzado hasta provocar la muerte de las víctimas››. Habría pues que imaginarla con ese instrumento que tanto la enorgullecía, tal y como, luego de su captura, evidenció en un interrogatorio cuando poéticamente dijo que su estimado látigo “era muy ligero, traslúcido como vidrio blanco”. Y es que, siendo como era ella una persona de aspecto impecable que daba gran importancia a la belleza, cabe sospechar que, en su retorcida mente, la naturaleza translúcida de su látigo otorgaba un estimulante aspecto estético a su uso, ya que la sangre de las prisioneras debía de parecerle bastante elegante en su contraste cromático con el aspecto cristalino del látigo; elemento que, al igual que sus botas y su manera de caminar, le brindaban el aspecto de una belleza asesina…
Aunque quizá lo más escalofriante de todo era el placer que se pintaba en la cara de Irma cuando las mordidas de los perros recaían sobre prisioneras judías que, en muchos casos, el hambre prolongada había reducido a puro hueso y pellejo. Luba Triszinska, sobreviviente del Holocausto, afirmó durante el Juicio de Bergen Belsen que Irma: “No daba de comer a los perros, los mantenía enjaulados durante días con el bozal puesto. Cuando una prisionera caía al suelo desfallecida, mandaba a su criada polaca que trajese los perros y los azuzaba, lanzándolos contra aquellas mujeres desnutridas que apenas podían defenderse y que eran despedazadas vivas por los animales”.

El ejercicio era realmente usado como medida disciplinar por los militares alemanes, tal y como se hacía y aún se hace en todo ejército. Sin embargo Irma tomó esto como base para sus excesos inhumanos, ya que a veces obligaba a los internos a hacer flexiones durante “horas”. Mientras, se paseaba con su precioso látigo de celofán, vigilando a los presos para darle un tremendo azote a aquellos que osasen parar, disfrutando así del dolor de unos y el temor de otros.
Finalmente y aunque parezca difícil de darle crédito a la palabra “horas”, Klara Lebowitz, sobreviviente del Holocausto, dijo que: “Grese obligaba a los internos a permanecer en formación, durante horas, sosteniendo grandes piedras sobre sus cabezas”
.
Fue en Polonia donde Irma logró localizar a una chica española a la cual, años antes, había conocido en Wrechen, una ciudad alemana ubicada a tan solo 60 kilómetros de Berlín. Irma, que era bisexual, había desarrollado una oscura obsesión erótica (por tanto, más que simplemente ‘sexual’) por la pequeña púber española que, para ese entonces, contaba apenas con 13 años. 

La chica española (su identidad real se desconoce) había tenido el infortunio de que su padre, que ostentaba un cargo importante en el gobierno de Primo de Rivera pero vivía en Alemania, se había tenido que regresar a España durante la Guerra Civil Española, dejando a su hija en Polonia. En qué circunstancias específicas la dejó, es algo que no se encuentra en las fuentes de internet; ya que, prácticamente todo lo que en el ciberespacio se ha dicho sobre el tema, ha estado ligado a la publicación de La Bella Bestia, un libro en el que Alberto Vázquez-Figueroa narra la historia de la esclava sexual de Irma Grese, esclava cuya identidad nunca proporcionó pues, la información que ella le dio al escritor, pedía a cambio el que sus nombres y apellidos nunca se revelen y el que todo aquello se publique solo tras la muerte de ella[1]. El hecho es que las circunstancias de la chica, conjugadas con el poder de Irma, fueron suficientes para que ella la convierta en su “criada”, título este que ocultaba su rol de esclava doméstica y sexual, estando lo segundo en el contexto de las tendencias sádicas de Irma y habiendo sido, por parte de la chica española, vivido como una violación a sus 13 años y como una explotación en el tiempo que siguió.

Grese tuvo a la “callada joven de ojos oscuros” durante mucho tiempo, haciéndola pasar como polaca y llevándola a donde fuese: en el campo de concentración de Ravensbruck, la tuvo dentro de su propia casa; en Auschwitz, dentro de una buhardilla cercana a la casa en que ella habitaba; en Bergen Belsen, en una casa cercana al campo.

El 17 de septiembre de 1945 comienza, en Lüneburg, el juicio de Bergen-Belsen, dirigido contra el comandante Josef Kramer y otros 44 implicados en la administración de los campos de concentración de Bergen-Belsen. A pesar de ocupar el noveno lugar en la lista de acusados, Irma resulta llamativa y se convierte en la estrella del proceso, adquiriendo allí su sobrenombre de “La Rosa de Auschwitz”. Durante el juicio, los niños corean su nombre cada día.

Sabe que va a ser condenada a muerte, que entre los llamados a dar testimonio hay prisioneras judías que le guardan un profundo y natural rencor. Estando en sus últimos días, opta por el cinismo, la provocación y la arrogancia. Se muestra indiferente y despreciativa con el tribunal, es lacónica: “no”, “sí”, “no sé”, “nunca vi nada de eso”; insolente en ocasiones: “Yo debería saber mejor que usted si tenía o no tenía un perro, ¿no le parece?”, “Me gustaría que dejara usted de repetir la palabra ‘regularmente’”; tiende a negar algunas acusaciones al punto del cinismo sarcástico: “Yo soy incapaz de hacer planes. Nunca hice ningún plan para matar prisioneros”.

Los testimonios contra ella incluyen cosas terribles, las identidades de quienes emitieron los testimonios están en el paréntesis del final en cada caso numerado:
1. Hacer que los perros devoren a prisioneras desnutridas y/o cansadas (Luba Triszinska)
2. Azotar los senos de las prisioneras “bien dotadas” para que se les infecten las heridas y ella se excite en la operación de extirpación sin anestesia (Gisella Pearl)
3. Tener aventuras bisexuales y, en los últimos tiempos, varios romances lésbicos con internas (Isabella Leittner y Olga Lengyel)
4. Obligar a los internos a hacer flexiones por horas, latigueando al que paraba (Helene Klein)
5. Golpear a los internos (Gitla Dunkleman y Dora Szafran)
6. Poner en formación por horas a los internos, portando piedras pesadas en sus cabezas (Klara Lebowitz)
7. Ser una de las personas responsables, en Auschwitz, de seleccionar presos para las cámaras de gas (Gertrude Diament y Ilona  Stein)
8. Haber sido responsable, durante su estancia en el Comando de Castigo, de al menos 30 muertes diarias (Helene Kopper)

Sin embargo Irma Grese no aceptó todos los cargos que se formularon en su contra: negó haber usado perros contra las prisioneras, haber disparado a sangre fría a las internas, haber azotado senos con su látigo, entre otras cosas. Solamente aceptó haber golpeado a las prisioneras pero con las manos y “por alguna buena razón”, haber presenciado selecciones para las cámaras de gas, haber empleado el látigo para poner y mantener el orden en las formaciones y haber sometido a los internos a sesiones deportivas como una forma de castigo. Con todo, los testimonios y las evidencias bastaron para formular cargos suficientes como para justificar la sentencia de muerte en la horca. Entretanto la prensa sensacionalista se había encargado de causar revuelo en torno a su figura, dando como resultado el que, cuando murió, ya era famosa.

En la actualidad sigue ocupando un sitio importante entre la lista de las mujeres más malvadas de la historia, apareciendo en algunos portales de la web como casi igual de malvada que Elizabeth Bathory (la condesa que se bañaba en sangre de vírgenes) o incluso, para unos cuantos, aún más malvada. Por último, se sabe que, ella y otras nazis como Ilse Koch, están ligadas al origen de la dominatrix nazi, un ícono de la cultura sadomasoquista.

Fuente: Asesinos en serie.com

7 comentarios:

J. H. dijo...

La gran cuestión es qué hubiera pasado si no hubiese vivido en aquel contexto...y por tanto, cuántos de nosotros mismos somos en potencia un monstruo de este tipo.

Humberto dijo...

¡Menudo bicho!

Connie dijo...

Que mujer!! tan. Chica. Y ya era todo. Un. Demonio. Encarnado.: /

Connie dijo...

Que mujer!! tan. Chica. Y ya era todo. Un. Demonio. Encarnado.: /

Unknown dijo...

Primero no debieron de ahorcarla, sin antes torturarla de la misma forma que ella lo hizo con las prisioneras. Murió tranquila y al final fue la ganadora de todas las atrocidades.

Unknown dijo...

Primero no debieron de ahorcarla, sin antes torturarla de la misma forma que ella lo hizo con las prisioneras. Murió tranquila y al final fue la ganadora de todas las atrocidades.

hello dijo...

he leido mucho sobre Irma Grese (incluido el juicio), y el testimonio de la española es mentira en algunos casos y dudo que haya existido, menciona cosas de las cuales a Irma jamas fue juzgada, ademas afirma que entrego 30 diamantes a los ingleses, que entrego la lista de victimas de grese, el pasaporte falso con los cuales iba a ir a argentina.
Olga Lengye, no atestiguo en contra de ella, es mas ni siquiera estuvo en el juicio, de que era bisexual aparece en su libro.
Gisel Perl, a ella no se le tomo la declaración, por irreal fantasiosa, etc, (ya leí la cuenta de su libro donde habla de los azotes)
Kooper fue una mentirosa según la literatura, ella afirmo que Irma estubo 7 meses en un comando de castigo (aqui es donde cometió los 30 asesinatos diarios) sin embargo Grese solo estuvo en este comando 2 dias y no 7 meses como kopper afirmo, si estuvo castigada durante tanto tiempo ¿como iba a conseguir un ascenso dentro de aushwitz?
Volviendo a la española,los nazis perseguían a todo aquel Homosexual, y muchas veces aunque fueran arios, ¿como le iban a permitir su conducta dentro del campo, es mas ni siquiera fuera del mismo?, si hubiera mantenido relaciones con prisioneras, la hubieran mandado al frente,después de un juicio por parte de las SS, o en su caso la hubieran fusilado.
Hace tiempo envié un correo al autor de la bella bestia y me dijo que no todo en su libro era verdad, que era una novela y el autor en ella ponía lo que quería.

Ojo, con esto no quiero decir que no halla sido malo, sino que si existen muchas irregularidades que habría que analizar, ya que cuando se tratan de estos temas, la gente solo copia y pega.