jueves, 1 de noviembre de 2012

¿El nazi bueno o el buen nazi? I

En los Juicios de Nüremberg.

Tras este título confuso, lo que quiero dejar claro es que me sumo a la legión de los dudosos sobre la verdad acerca del arquitecto de Hitler. Sigo leyendo las memorias de Speer, escritas después de su salida de Spandau. El ministro que tanto ayudó al régimen nazi a mantener en la cancha a Hitler en los distintos escenarios de guerra, no renuncia a nada de lo que hizo, excepto en su insistencia en declarar que no sabía nada del Holocausto, a pesar de los planos que diseñara para la ampliación del complejo de Auchwitz. Poco creíble en general,  pero no ceja en su intento de hacer comprender al lector, su decepción respecto a Hitler, sobre todo, debido a los disparates en cuestiones de gobernabilidad de las tropas. Deja patente las luchas internas entre los mandamases nazis, la manipulación de Martin Bormann, la vagancia de Goering, la ineptitud del suertudo Himmler, la mirada hacia otro lado de muchos generales en relación con las directrices del Führer y el poder obstaculizador de los jefes regionales del partido para mantener sus niveles de vida. A todo esto, podríamos añadir el equilibrio sorprendente de Goebbel, al decir hoy digo y mañana diego y Speer, enfrentándose a todos ellos -según él- para lograr que su negociado fuese cada vez más grande para evitar que todo el castillo de naipes hitleriano se cayese.

Recibiendo un galardón de las manos del propio Hitler.
No pretendo con esta entrada hacer una reseña formal del libro -insisto en que todavía no lo he terminado de leer- pero sí dejar por escrito algunas impresiones que me rondan por la cabeza. En la obra aparece como un burócrata que permanece aparte durante su época de arquitecto para más tarde lidiar con la alta esfera de políticos y militares nazis, además de tener sus años de gloria en el llamado círculo íntimo de Hitler, ése que se reunía a la hora de té y a oír las grandes divagaciones del dictador en sus horas de descanso. Muchas comidas y cenas junto a Hitler y sus allegados, hacen que su testimonio sea de mucho interés para historiadores y aficionados a este periodo histórico.

Speer y Hitler inspeccionan el enorme cañón Gustav.

Hay momentos en el que baja la intensidad -es una opinión mía, como todo lo que escribo-, cuando describe las múltiples obras de las que se hace cargo y otros apasionantes, como cuando relata su vida como Ministro de Armamento, su visión personal de aquellos años y su auge y caída frente a Hitler. Acumuló en un momento dado un gran poder, se hizo cargo de la Organización Todt (OT) y tuvo todo el control de la economía de guerra. Todo ello hace suponer que tenía el conocimiento de la puesta en marcha de la Solución Final aunque él lo negara. Se escuda en que incluso mejoró las condiciones de vida de algún campo, como el denominado Mittelbau-Dora. La utilización de obreros-esclavos procedentes de la OT, fue otro ariete utilizado por sus detractores.

Speer en su celda de Spandau.
Según he leído, al salir de la prisión de Spandau, se tuvo que justificar ante  la sociedad de su tiempo y esa fue la razón de la escritura de sus memorias -ya había escrito otro titulado Diario de Spandau- pero también había que comer de algo y este texto se vendió como rosquillas y fue entrevistado por las televisiones y revistas hasta hacerlo rico.

Durante todo el texto se va planteando distintas cuestiones sobre los años de guerra y sus responsabilidades. No huye de su condición de nazi crédulo y expone a toro pasado como se debió de hacer las cosas para haber podido ganar la guerra. Tiene un alto concepto de si mismo -hecho que no critico- y habla sobre la indefensión que sufrió por la incompetencia de altos dirigentes y del metomentodo de Hitler.

El libro se va volviendo cada vez más crítico con el dictador y Speer insiste en la idea de la decepción, la mala formación de los altos mando políticos y el caos reinante  provocado por las luchas intestinas.
La próxima semana  finiquitaré esta entrada con una segunda parte sobre el arquitecto de Hitler.

3 comentarios:

Ludovica dijo...

Venga, vamos, que no lo sabía... Por cierto, el "Gustav" impresionante.

Unknown dijo...

Speer era el "niño mimado" del FÜhrer, d ehehco era una de la spocas debilidades de Adolfiño.
Que Albert Speer salió por patas antes del GÖtterdammerung es de sobra conocido. Acudió al Bunker para despedirse, pero no para seguir el destino final e inmolarse con el Guía.
Speer se retractó d emucho para salvar el pescuezo y no bailar la danza de los ahorcados, lo cual tampoco es para reprochárselo. pero estaba perfectamente al corriente de las atroces condicones de trabajo en la que vivían sus escalvos ( obreros).

Mario Tenorio dijo...

Ludo, a mi también me ha impresionado el cañon. Espero escribir una entrada al respecto en breve.

Le doy toda la razón doctor, era imposible que no supiera las condiciones infrahumanas de los esclavos de la organización Todt.

Saludos desde el Sur.