jueves, 17 de noviembre de 2011

Tiempos de cambios y ruina.

Las elecciones están a sólo unos días y las paredes se cubren de carteles y las calles de actos presenciales donde los políticos intentan hacernos conocer sus intenciones, otras sin embargo quedan soslayadas, vamos, lo de siempre.

La situación de nuestra España, en cifras de paro y ruina me suena mucho a las de la Alemania de 1933. Las ganas de que alguien se haga cargo de nuestros problemas como sociedad sigue siendo un imposible. Hace poco oía que, desde los micrófonos de una radio, un analista político exponía hechos económicos malogrados, siendo su consideración final que nos hallábamos ante una situación prebélica.

Cualquiera que hubiese escuchado semejante expresión, no dejaría de llamar exagerado al hombre de radio que clamaba a los cuatros vientos que nos ibamos por el sumidero de la Europa económica.

Esto me hizo recordar que cuando Hitler llegó al poder, también Alemania se encontraba en una situación límite, que pudo mediante un plan de inversión pública y el resucitamiento de la industria Alemana por la reconversión de ésta para afrontar una vinculación total al objetivo armamentístico del país. Era una situación lejana a ésta porque no existe ningún Hitler y la revancha bélica no procede.

En Alemania, las cifras de paro se redujeron por mor de los kilómetros de autopistas construidas y la fuerza perdida y recuperada por la derrota en la Primera Guerra Mundial. Hasta aquí la parte optimista del régimen nazi.


Pero Hitler y sus secuaces llegaron al poder por unas elecciones que le dieron más de trece millones de votos y teniendo un millón de militantes, además de cuatrocientos mil SA y SS. Se trazó una nueva estrategia, la de conseguir el poder y no luchar contra éste. Su cautivante oratoria, su discurso nacionalista prometía la vuelta a lo que fue el antiguo imperio Alemán , previo a la derrota bélica de 1918, mejores condiciones de vida para millones de desocupados, restaurar la gloria del ejército alemán, desarticulado por las potencias triunfantes en la primera guerra, tenía buena acogida en un gran número de alemanes que sobrevivían a duras penas, dad la crisis económica del año 30 y de las sanciones de esa índole que había impuesto a Alemania las potencias vencedoras de la contienda de 1914.

A pesar de sus manipulaciones, las bajas en su partido se sucedían y Hitler entendió que había que hacer algo para conseguir el ansiado poder. Alemania empezaba a salir tímidamente de la crisis y era el momento que el partido nazi se uniera a esas olas de optimismo para orillar en buena playa.

Entonces, acordó con von Papen que intercediera ante el anciano Hindenburg para que Hitler fuera nombrado canciller a cambio de que el mismo von Papen fuera vicecanciller.

Von Papen tenía acceso directo al enfermo von Hindeburg y empezó a maniobrar para que cediera a sus deseos. Pero Papen no tenía buena imagen de Hitler y lo insultaba hablando despectivamente de su inteligencia y capacidad de gestión.

El Canciller Kurt von Schleicher, militar, enfrentado con Papen, veía con buenos ojos la llegada de Hitler a la Cancillería, pero no aceptaba el nombramiento de Papen como vicecanciller. Quería para él ese puesto y desde allí poder controlar a Hitler.

El ejército, pieza clave en esta maniobra política tenebrosa y llena de cinismo, no era ajeno a esta jugada donde se pretendía dar el poder de Alemania a un fanático brutal, sin tener en cuenta la opinión de la ciudadanía. También ellos, los viejos generales del Estado Mayor, creían con ingenuidad poder manejar a su antojo a Adolf Hitler. Este les había prometido que de llegar al poder, iba a restaurar las viejas glorias del ejército Alemán. Y muchos oficiales jóvenes le creyeron.

El General Von Hammerstein, comandante en jefe del ejército, compartía la postura de Papen sobre el nombramiento de Hitler como Canciller; por otra parte, dio el visto bueno para que el general Von Blomberg -delegado en Suiza por la Conferencia de Desarme- fuera nombrado ministro de defensa en el nuevo gabinete. Lentamente, en los cruciales días de enero de 1933, se estaba decidiendo el futuro de Alemania por parte de un grupo reservado de hombres con una miopía política tal, que no imaginaban el monstruo que estaban engendrando.

Pero relajémonos viendo un video en el que mismísimo Hitler expone lo que piensa que pasará en España tras la elecciones del 20N. Unas risas a costa de política ficción... ¿o no?

4 comentarios:

Humberto dijo...

Si algo más tenemos en común, es que nos lo hemos buscado. Día a día.

Ludovica dijo...

Deberían hacer listas abiertas, sería interesante...

Humberto dijo...

No sé Ludovica. Creo que el problema no reside en el sistema. Es mas un problema de genes.

Mario Tenorio dijo...

Pienso que es un problema de intereses mancomunados de todos los partidos.

Saludos desde el sur.