jueves, 3 de noviembre de 2011

Arte, estética y nazismo.

Nadie pone en duda que los avances tecnológicos durante el Tercer Reich fueron buenos y muchos de ellos aprovechados por la generaciones posteriores. Los estudios sobre los cohetes V1 y V2 fueron cruciales para la industria armamentística de los años 50 y 60.

En el caso del arte no se piensa de igual forma. El arte es un resumen de valores de una época y por tanto, no se encuentran a muchos defensores del arte nazi. Tiene su sentido en la sociedad de la imagen y la hipocresía en la que vivimos. El arte nazi no puede ser “positivo” según los postulados vigentes. Mi opinión es que el arte es siempre positivo, es decir, bueno ya que si fuera malo no sería arte. El arte como estética nazi se ha juzgado como infantil y monumentalista, falto de argumento estético. Desde el punto de vista nacionalsocialista los pilares que han sustentado la consideración de artistas del régimen o no tienen orígenes claros y definidos.

El arquitecto Paul Shultze colocaba, en su libro Arte y Raza, junto a pinturas Matisse o Picasso, fotos de personas deformes por la enfermedad reflejando en su intención el hecho de que un ser que se conduce “hacia la perfección” se puede ver abocado a destinos “indignos”. El arte nazi buscaba un ideal de perfección hacia la eternidad.

Para lograr la instauración de este ideal entre la población, no utilizaron estrategias educativas a largo plazo sino propaganda, impregnación e imposición.

Algunas de estas imágenes de propaganda en la consecución de una sociedad que busca el ideal han llegado hasta nosotros. Un ejemplo tangible es el Volkswagen Escarabajo.


El socialista Harold Laski se preguntaba si el régimen nazi no era sino una caricatura del resto de los países europeos. En 1936, el filósofo alemán Martin Heidegger daba una conferencia titulada "Origen de la obra de arte", en la que decía: "El origen de la obra de arte, esto es, también el origen de los creadores y cuidadores, la existencia histórica de un pueblo, es el arte. Esto es así porque el arte es en su esencia un origen: un modo destacado de cómo la verdad llega al ser, de cómo se torna histórica". Parecer ser que Hitler asumió los argumentos estéticos de Heidegger o quizá respiró los aires de aquellos tiempos. Eran ideas que compartían fascistas y anarquistas e incluso algunos monárquicos. Las chimeneas de la fábricas eran tan festejados como las catedrales, siendo los primeros símbolos de poder y avance de una sociedad que había permanecido oprimida por sus propios errores.

El Movimiento Moderno se sumergió en un discurso redentor y se autodefinió como una vía de liberación de las masas, a través de la estetización de los productos industriales de consumo y de la dignificación de la vivienda para el pueblo, que recién a principios del siglo XX comenzó a ser percibida por los arquitectos como símbolo digno de su atención, el nazismo empleó un lenguaje esteticista y una llamada al genio para definir tanto al pueblo como a su genio creador, Hitler. Una locura que quizá hoy es difícil de comprender pero que tuvo su sentido en la Alemania del Tercer Reich.

Adolf Hitler era dibujado para la propaganda como un herrero que forja una espada, como un escultor que trabaja la materia que ha de constituir al Nuevo Hombre, otras veces era un caballero con armadura al frente de legiones. Se adueñó de la cruz gamada y la convirtió en la imagen de su partido político. El símbolo ha trascendido hasta perder para el gran público su antiguo origen hindú. Contrató al fotógrafo Heinrich Hoffmann que se dedicó a inmortalizarlo en diferentes actitudes haciendo miles y miles de fotografías para la posteridad, cooperando a crear una imagen de mesías del pueblo alemán. Leni Riefenstahl colaboró con el régimen en el mismo sentido que Hoffmann, documentado algunos actos principales del partido en sus famosas películas.

La letra gótica, de uso común en los libros impresos alemanes, fue adoptada por el régimen, que la utilizaba en todos sus documentos. Se organizaban concursos de caligrafía con el lema: "La escritura alemana es una parte del pueblo alemán". En 1941, el secretario de Hitler, Martin Bormann, ordenaba que se cambiara toda la tipografía de los documentos alemanes a letras romanas, ya que se descubrió que la letra gótica era una tipografía judía en su origen.

2 comentarios:

Ludovica dijo...

Quería hacer un pequeño apunte. Cuando Hitler llegó al poder, muchos fueron los que se preguntaron qué opinaba el Káiser. Éste era un hombre muy culto que de vez en cuando daba conferencias, una de ellas sobre el origen arqueológico de la esvástica. El Káiser explicó en su ponencia que, cuando la esvástica tenía abiertas las aspas apuntando hacia la izquierda, transmitía sentimientos de esperanza, prosperidad, suerte...; pero, si las aspas apuntaban hacia la derecha, lo que deseaba era odio, muerte y destrucción.

Otra cosa. Desconocía por completo lo del origen judío de la letra gótica. Esto me ha hecho recordar que hace muchos años, en una visita al Instituto de Cultura Alemana de Madrid, entré en la biblioteca y allí me encontré un diccionario que me costaba horrores leer: el papel era muy oscuro por su antigüedad, y la letra era enteramente gótica. A juzgar por su estado, me atrevería a decir que podía ser anterior a 1933.

Mario Tenorio dijo...

Gracias Ludo, no sabía nada sobre la orientación de las aspas de la esvástica, curioso.

Saludos desde el sur.