Cuenta el amigo Jesús que cuando Hitler ordenó a Robert Ley edificar un complejo vacacional para veinte mil personas en el Báltico, éste sólo pudo obedecer y poner en marcha un proyecto de tamaño descomunal. Un hotel de diez mil habitaciones dotadas de las últimas novedades en comodidades. Una red de transporte que suponía el movimiento de dos mil personas diarias y zonas de aparcamientos para que los ciudadanos pudiesen llegar en sus vehículos.
Todo provenía del programa KdF (Kraft durch Freude), es decir Fuerza por la Alegría, un movimiento creado a la imagen de Dopo Lavoro (Después del trabajo) en Italia. Medidas populistas que buscaban dividir a los trabajadores a los cuales les eran más fácil plegarse al régimen nazi que presentar oposición y terminar en un campo de trabajo.
La dificultad de viajar en aquellos años, sólo al alcance de las capas sociales más altas y que mediante el KdF, les eran propuestos destinos tan apetecibles para el pueblo alemán como Noruega, Madeira o Italia. Existían folletos explicativos en los que se les seducían con frases tan amables como “Podrás viajar con tus compañeros, convivirás con otros trabajadores, y así no te será necesario imitar en tus vacaciones el estilo de la gente rica”.
También se les indicaban las comodidades y libertades de viajar en los buques construidos para tal fin, donde podrán sentirse libres de comportarse como si estuviesen en la taberna de su barrio.
Todos este programa se financiaban con cuotas obligatorias para el Frente Alemán del Trabajo con deducciones del 1,5 % del sueldo. A cambio se les permitía obtener descuentos en teatros y salas de conciertos, promoviendo el interés por la cultura y erradicando la pobredumbre intelectual del pueblo.
Los empresarios tuvieron que amoldarse a las exigencias del KdF y proporcionar vacaciones pagadas al trabajador a la vez que las huelgas desaparecieron. El interés por estos viajes hicieron que reinara una paz social no conocida hasta ese momento.
Todo ello levantó la curiosidad de otros países llevándose a celebrarse un encuentro con el nombre de Congreso Mundial de las Horas Libres y el Recreo, con la asistencia de cincuenta países.
La unión de factores represivos contra los trabajadores y alicientes turísticos para una época que viajar estaba reservado para los ricos hicieron que los alemanes adoptaran la postura del burro y la zanahoria hasta llegar a la idiocia.
El capítulo dedicado a las vacaciones en El Reich de los mil años tiene muchos más detalles. Esta entrada sólo ha tenido la intención de dar unas pinceladas sobre el ocio y el turismo bajo el nazismo.
1 comentario:
Creo que durante el franquismo hubo también algo sobre las vacaciones de los trabajadores, de lo que sólo podían disfrutar los que estuvieran en los sindicatos verticales.
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