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sábado, 28 de agosto de 2010
Martin Bormann, el secretario de Hitler

martes, 24 de agosto de 2010
Incendio del Reichstag ¿Quién fue el culpable?

“El plan de lucha contra el terror rojo ha sido trazado, a grandes rasgos, en el curso de una conferencia con Hitler. Por ahora nos abstendremos de tomar contramedidas. Atacaremos en el momento oportuno, cuando los comunistas hayan hecho estallar la revolución”.
La oportunidad de acabar con la oposición no se hizo esperar. EL 27 de febrero se produjo un incendio en el Reichstag, desde el primer momento se culpó a los comunistas. Tras el incidente se produjo una persecución perfectamente coordinada del “el terror rojo”. El mariscal von Hindenburg, presidente del país, firmo un decreto que significó el final de la democracia.
Hay una cuestión clara, el incendio del Reichstag favoreció al partido de Hitler, pero ¿Quién provocó el incendio? Como siempre hay dos versiones bien diferenciadas, a continuación voy a intentar resumirlas advirtiendo que son, como casi siempre a lo largo de la historia, versiones interesadas de las que hay que intentar descubrir cual es la verdad.
La primera y la oficial por parte del gobierno alemán de la época es culpar de la autoria a los comunistas.
Durante la convulsa época del ascenso al poder de Hitler se hicieron innumerables redadas a las sedes comunistas. En esas actuaciones policiales se incautaron artefactos incendiarios además de planos de edificios gubernamentales a los que supuestamente tenían intención de hacer arder por los cuatro costados.
El 27 de febrero alrededor de las 21h se inició el incendio del parlamento alemán, cuando las fuerzas de orden público se acercaron encontraron a un hombre medio desnudo llamado Marinus van de Lubbe escondido detrás del edificio. Marinus era un vagabundo neerlandés que había pertenecido al partido comunista, enseguida confeso ser el autor del incendio y dijo haber actuado solo. La persecución de comunistas y socialista comenzó de inmediato.
La segunda versión culpa del incendio a los propios nazis.
Los defensores de esta opción se hacen varias preguntas
— ¿Quién era el 27 de Enero el que guardaba las llaves del Reichstag?
— ¿Quién mandaba las fuerzas del policía?
— ¿Quién era la persona que podía activar o suprimir la vigilancia?
— ¿Quién era el hombre que guardaba la llave del sótano, por donde se supone entraron los Nazis a incendiar el Reichstag?
Todas las respuestas señalaban al mismo hombre; Hermann Goering, presidente del Reichstag.
Además también se preguntaban como era posible que alguien como Marinus van de Lubbe, al que creían medio idiota, pudiera ser capaz de perpetrar un acto con tanta pericia.
Y sobretodo se preguntaban ¿Quién se beneficio del incendio?
Sea como fuere la destrucción del Reichstag significó el inicio de la represión y del afianzamiento del Tercer Reich.
En una próxima entrada explicaremos el juicio a Marinus van de Lubbe y a cuatro comunistas a los que acusaron con escaso éxito
domingo, 22 de agosto de 2010
Monstruos de la democracia

¿Cómo algo así podría suceder de nuevo? Esa es siempre la primera pregunta que viene a la mente al recordar que Hitler consiguió el poder en Alemania hace casi ocho décadas. Con el mundo enfrentado a grandes tensiones y la inestabilidad, la cuestión parece más evidente que nunca.
Hitler llegó al poder en una democracia con una constitución muy liberal, y en parte mediante el uso de las libertades democráticas para socavar y destruir la democracia misma. Que la democracia, establecida en 1919, era un producto de la derrota en la guerra mundial y la revolución y nunca fue aceptada por la mayoría de las élites alemanas, en particular los militares, los grandes terratenientes y grandes de la industria.
Preocupado por irreconciliables divisiones políticas, sociales y culturales desde el principio, la nueva democracia sobrevivió a las graves amenazas a su existencia en los años de la posguerra y encontró una apariencia de estabilidad desde 1924 hasta 1928, sólo para ser sumergidos por el colapso de la economía después de la crisis económica de 1929.
El aumento espectacular del apoyo popular a los nazis, refleja la ira, la frustración y el resentimiento - pero también la esperanza – que Hitler aprovechó para embaucar a millones de alemanes. La democracia les había fallado. Su país estaba dividido, empobrecido y humillado. Se necesitaban unos chivos expiatorios.
Era más fácil dirigir el odio en contra de los judios y que éstos representaran la amenaza externa contra Alemania que sólo culpar al capitalismo internacional y al bolchevismo. Internamente los judíos fueron asociados con la izquierda política - socialistas y comunistas - que fueron elegidos por Hitler como culpables de las penurias de Alemania.
Hitler logró una tercera parte del electorado alemán, la única esperanza para poner al país nuevamente de pie, restaurando el orgullo y logro de la salvación nacional. En 1930 era prácticamente imposible de gobernar sin el apoyo de Alemania nazi. Pero mientras réditos electorales nazis podría bloquear la democracia, éstos eran insuficientes para llevar a Hitler al poder.
A partir de 1930, por lo tanto, el estado alemán estaba cerrado con llave y en punto muerto. Las formas democráticas se mantuvieron. Pero la propia democracia estaba prácticamente muerta, o al menos moribunda. Las élites antidemocráticas trataron de negociar soluciones, pero no a costa de la intransigencia de Hitler. En última instancia, porque no se pudo encontrar ninguna solución autoritaria. Así que, el presidente Paul von Hindenburg nombró a Hitler Canciller, el 30 de enero de 1933. Lo que siguió condujo a un desastre para Alemania, para Europa y para el mundo.
Ninguno de estos ejemplos, sin embargo, plantea un paralelo cercano a lo que ocurrió en Alemania en 1933. los movimientos neo-fascistas en Europa, sin duda puede aterrorizar a las minorías. Y han tenido éxito en remover tanto resentimiento contra los inmigrantes que los principales partidos políticos han tenido en cuenta el oleaje que provocan.
Sin embargo, a falta de algunas eventualidades imprevisibles como una gran guerra o, tal vez, un auténtico colapso económico proveniente de la actual crisis financiera, los movimientos neo-fascistas se mantendrá al margen de la política. Y ninguno de estos partidos, por el poco atractivo de sus políticas internas, se puede concebir hoy en día la preparación para una guerra de conquista con el objetivo último de un mundo dominado por ellos.
Lo que ocurrió en Alemania en 1933, y sus secuelas, seguirá siendo un episodio terrible de la historia. Lo que sucedió a continuación, nos recuerda que la democracia manipulada por dictadores encubiertos siempre será una opción a favor de una población desgarrada por la guerra que se enfrente a enormes privaciones y al resentimiento de la humillación nacional a través de intromisión extranjera. También nos recuerda - cuando éste es un recordatorio necesario - de la necesidad de cooperación internacional para frenar posibles "perros rabiosos" en la política mundial antes de que sean suficientemente peligrosos como para matar.
jueves, 19 de agosto de 2010
Reinhard Heydrich, el inicio
miércoles, 18 de agosto de 2010
¿Culpa colectiva?

Desde hace tiempo, se propaga la idea de una responsabilidad colectiva del pueblo alemán sobre los crímenes cometidos por el régimen nazi. Esta postura cobra más fuerza desde la perspectiva moral, que desde la jurídica o política. Todos hemos leído u oído hablar sobre si los alemanes sabían que barbaridades ocurrían en la invasión de la URSS o el destino final de los judíos en los campos de exterminio nazis. Cuando se llevaban a su buen vecino judío y nunca volvían a verle, mientras el buen alemán miraba hacia otro lado. El régimen nacionalsocialista produjo en la sociedad alemana una división de opiniones que fueron saldadas con la deportación de ciudadanos de pleno derecho a campos de “reeducación” donde se les sometían a torturas e incluso, en muchos casos, terminaron siendo asesinados. Todo esto hacia suponer una homogenización de la sociedad alemana que no era tal.
El poder de la maquinaria propagandística de la prensa nazi, dirigida por Julius Streicher, con cientos de periódicos en su haber, lograba crear un ambiente enrarecido contra los disidentes del régimen. El pueblo, en general, se volcaba con las intenciones raciales de Hitler y sus secuaces, siendo en muchos casos cómplices por omisión.
Sin embargo, nunca se promovió por los aliados una culpabilidad colectiva. En Nüremberg, los juicios se dirigieron contra los protagonistas del régimen nazi, siendo evitada cualquier alusión al pueblo como culpable.
Aunque, a veces, es increíble creer que soldados que volvían desde el frente ruso o desde campos de exterminio no contasen a sus familias lo que sucedía en dichos lugares, produciéndose críticas al régimen Hitleriano.
En la “Declaración de Stuttgart”, de 1945, la Iglesia Evangélica de Alemania, consideró que existió una corresponsabilidad del pueblo alemán en connivencia con el régimen nacionalsocialista.
Posiblemente exista una “vergüenza colectiva”, sobre todo después de ver filmaciones de la época, donde podemos contemplar a la muchedumbre aplaudiendo y saludando a la romana al paso del dictador.
lunes, 16 de agosto de 2010
Reinhard Heydrich, el prólogo
viernes, 13 de agosto de 2010
Carta de presentación.
Un saludo y gracias por vuestra atención.