jueves, 22 de agosto de 2013

Mirando atrás.


Una vez leí que habian sido escritos unos setenta mil libros sobre la Segunda Guerra Mundial. Sin duda, ha sido un periodo de la historia de la civilización occidental que no tiene parangón alguno. Múltiples batallas, sociedades rotas y masacradas, datos hasta decir basta dan forma a la que, para el que suscribe, ha sido la etapa más apasionante y terrorífica que jamás el mundo ha conocido. Nunca se ha estado tan cerca de sucumbir ante un sólo hombre.

El Tercer Reich sustanció su ideología en términos de supervivencia y dominio de una falsa raza superior. Al final, resultó ser la sociedad más bestia e ignorante de la historia. No quiero cansar al lector de este blog con hechos que todos los aficionados conocemos pero si me gustaría resaltar la manipulación, que yo considero consentida, del pueblo alemán que asimiló en buena parte la ideología nazi e incluso miró a otro lado cuando conciudadanos  gitanos, judíos, homosexuales, discapacitados o de pensamiento diferente al régimen instalado eran conducidos a campos de exterminio para ser asesinados por el gobierno al que votaron o admitieron.

Todo este horror sigue presente en esos miles de libros que cuentan el sufrimiento del mundo en manos del poder nacionalsocialista, los cientos de películas rodadas para que no se nos olvide lo que una vez ocurrió, y siempre hacernos partícipe de la idea que debemos estar alerta de posibles comportamientos -el ser humano cambia pero cambia poco- que podrían repetirse en cualquier rincón del mundo. De hecho, en otras guerras modernas ha habido algún detalle que ya estuvo presente en el Tercer Reich. El régimen del terror instaurado por Hitler y sus cómplices modernizó los sistemas de muerte y manipulación y han sido utilizados de una forma más o menos disimulada en otros conflictos locales; lógicamente nadie ha alcanzado las cotas de muerte que los nazis lograron.


Hoy, todo ello ha dejado una huella profunda en el pensamiento y en la memoria de las siguientes generaciones. Al lector de libros de temática segundaguerramundialista -perdón por el palabro- o coleccionista de objetos de aquel periodo, es mirado por el neófito en estos lares como posible adulador del régimen. Es casi misión imposible aclarar que no existe ninguna admiración por Hitler, Himmler u otra rata de alcantarilla de la época, sino sólo un interés antropológico o histórico que pregna nuestra mente con la droga de la curiosidad y el ansía del conocimiento. Que en muchos casos incluso supone para el lector afianzado en este terreno pedregoso, momentos de ira y mucha tristeza al descubrir rincones cubiertos por el polvo del tiempo y el olvido. Que en todo momento y particularmente cuando se lee sobre las desgracias humanas, ya sea el Holocausto u otras injusticias, ha que sacar fuerzas desde el interior de su alma para terminar un parrafo determinado. Y que un mayor saber de esa guerra nos hace mejores desde el punto de vista conciliador y totalmente intransigente ante comportamientos deleznables que nos recuerden hechos acaecidos durante el Tercer Reich.

2 comentarios:

Ludovica dijo...

Muy buen post, Mario, me ha encantado. Sólo quiero añadir algo que he recordado. Hace años, coincidía por la calle con una señora que debía de ser de algún país del este por la forma de hablar. Igual me pedía alguna limosna o me preguntaba si le podía dar alguna prenda de abrigo. De vez en cuando la veía mirando dentro de los cubos de basura, seguramente buscando comida. Un día, para rebuscar en los cubos, se subió las mangas hasta los codos, lo que dejó al descubierto un tatuaje, que debía ser un número de prisionero, algo así como el que tiene la persona que está en la foto que has puesto para este post. No tuve ocasión de preguntarle el origen de ese número, pero me lo imagino. No la he vuelto a ver desde hace tres años.

Mario Tenorio dijo...

¡Qué oportunidad perdiste amiga Ludovica! Hubiera sido fascinante conocer la historia tras el tatuaje.¡Aaaarhggg! (grito de friki SGM)

Saludos desde el Sur.