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lunes, 30 de enero de 2012
Prisioneros sovieticos
El 22 de junio de 1941 Alemania invadió la Unión Soviética con tres millones de soldados alemanes, reforzados por tropas finlandesas, rumanas, húngaras, italianas, eslovacas, y croatas. En unas pocas semanas, las divisiones alemanas conquistaron las republicas de Latvia, Lituania, y Estonia. En septiembre los alemanes sitiaron Sebastopol y Leningrado, y hacia fines de octubre cayeron las ciudades de Minsk, Smolensk, Kiev, Odessa y Kharkov. Millones de soldados soviéticos fueron rodeados, aislados de provisiones y refuerzos, y forzados a capitular.
Para la Alemania nazi este ataque no era una operación militar cualquiera. La guerra contra la Unión Soviética era una guerra de aniquilación entre el fascismo alemán y el comunismo soviético; una guerra racial entre los "arios" alemanes y los "infrahumanos" judíos y eslavos. Desde el principio esta guerra de aniquilación contra la Unión Soviética preveía asesinar los prisioneros de guerra en gran escala. Las autoridades alemanas veían a los prisioneros soviéticos como una amenaza particular, y los consideraban no solamente infrahumanos eslavos sino también como parte del "peligro comunista," que estaba conectado, en la mente de los alemanes, a una conspiración judía.
El tratamiento brutal dado a los prisioneros de guerra soviéticos violaba todas las normas de la guerra. Según algunas fuentes, alrededor de 5,7 millones de soldados soviéticos cayeron en manos alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Según el comando del ejército alemán, en enero de 1945 sólo alrededor de 930.000 prisioneros de guerra soviéticos quedaban en manos alemanas. El ejército alemán utilizó alrededor de un millón de prisioneros de guerra soviéticos como auxiliares del ejército alemán y de las SS. Aproximadamente medio millón de prisioneros de guerra soviéticos habían escapado de la custodia alemana o habían sido liberados por el ejército soviético mientras éste avanzaba hacia Alemania por la Europa oriental. Al fin de la guerra, los restantes 3,3 millones, o aproximadamente 57 por ciento de los prisioneros, estaban muertos. Después de los judíos, los prisioneros de guerra soviéticos fueron el grupo más grande de victimas de la política racial nazi.
Este número de victimas no fué ni un accidente ni un resultado automático de la guerra. Fué la política premeditada del estado nazi. El tratamiento dado por los alemanes a los prisioneros de guerra soviéticos fué dramáticamente diferente del dado a los prisioneros de guerra de Gran Bretaña y los Estados Unidos, países que los nazis veían como racialmente iguales. De los 231.000 prisioneros británicos y estadounidenses encarcelados por los alemanes durante la guerra, solamente 8.300 -- 3,6 por ciento -- murieron en manos de los alemanes
jueves, 26 de enero de 2012
Las ayudas exógenas nazis.

Por lo visto se intentaba que los soldados mostrarán más ferocidad, fuerza y resistencia en los combates. Ésto parece que contradecía el interés que el régimen nazi tenía por la salud y el deporte, llegando a rechazar el consumo de alcohol y tabaco ya que pretendían una raza aria saludable. Los primeros experimentos fueron con prisioneros de los campos de concentración. No me extrañaría que Mengele hubiera estado en el ajo.
Según el criminalista Wolf Kemper, escritor del libro Nazis on speed la sustancia fue denominada D-IX, y fue utilizada en el campo de Sachsenhausen, suministrándola a individuos que eran obligados a recorrer más de cien kilómetros con un peso añadido de veinte kilos. Se componía de tres mg de cocaína, cinco de Pervitin y cinco de un analgésico llamado Eukodal. Se etiquetaba como "estimulante"
Los soldados cuando escribían desde el frente, les pedían a sus familiares que les enviasen Pervitin para superar el día a día.
Todo este plan para lograr mejor rendimiento en los soldados del Tercer Reich no tuvo continuidad debido al desembarco de las fuerzas aliadas en Normandía.
Hoy el Pervitin tiene como principales consumidores a veinte mil checos que están, según leo, muy engachados al fármaco.
lunes, 23 de enero de 2012
Reseña "Breve Historia de la Primera Guerra Mundial" de Álvaro Lozano
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Álvaro Lozano |
jueves, 19 de enero de 2012
Mein Kampf y libertad de expresión.

El libro de Adolf Hitler, Mein Kampf, fue escrito durante su reclusión en 1924 por el Putch de Munich del que fue inspirador. Este texto es una descripción de la gran Alemania que el futuro dictador quería construir. Su política de exclusión racial y las ansias de conquista de otros países, pretendía implantar un estado sin democracia, sin poder de decisión de sus ciudadanos y por tanto, un estado totalitarista donde el individuo no cuenta, es la masa dentro de las directrices trazadas por su Führer, haciendo de padre de todos los alemanes, disponiendo de las propiedades y vidas de sus conciudadanos guiándoles por un futuro lleno de guerras. Una Alemania en situación bélica continúa para alcanzar la supremacía mundial del pueblo alemán y la raza ária. Cada alemán, un soldado.Un horror.
Seguro que alguno de nuestros lectores podrán aportar algo más a la rápida descripción del libro que he hecho, aunque la noticia y motivo de esta entrada del blog es que en Alemania se quiere publicar nuevamente el Mein Kampf. Yo siempre me coloco al lado de la libertad y por eso digo que estoy de acuerdo. Una sociedad libre no puede tener libros prohibidos ya que se contradice en sus fundamentos más básicos. El derecho a la propiedad, el respaldo de la leyes y la libertad de expresión son deseables para cualquier grupo social que se precie.

Rápidamente asociaciones judías se han lanzado en tromba para protestar porque ven en sus hojas señales diabólicas. No se puede culpar de la reacción judía, siendo tristemente protagonistas de gran parte de la historia del Tercer Reich. El presunto editor dice que va a publicar extractos del libros llegando a poner en circulación unos cien mil panfletos.
No creo que llegue la sangre al río ni que nadie se tome en serio las palabras del viejo dictador tan denostado y sólo seguido por cuatro gatos. Aquí, en España, se puede encontrar el libro en casi todas las ferias de libros y en todas las librerías de viejo. Seguiré el caso con atención.
lunes, 16 de enero de 2012
Guerra Ruso- Filandesa. La guerra olvidada
EL ATAQUE SOVIÉTICO
La URSS atacó Finlandia el 30 de noviembre tras haber roto las relaciones diplomáticas con este país y sin una previa declaración de guerra. La fuerza aérea soviética bombardeó Helsinki y otras ciudades, la armada atacó varios puertos fineses y el Ejército Rojo penetró en el país. Los soviéticos desplegaron veinte divisiones completas a lo largo de los 1.537 km de frontera. El Ejército permanente de Finlandia, formado por tres divisiones de infantería, una brigada de caballería y una compañía de tanques al comienzo de la guerra, fue reforzado con tropas de reserva, algunas de las cuales no habían completado su instrucción. Con estas fuerzas, el general finés Carl Gustaf Emil von Mannerheim se enfrentó al enemigo en cinco frentes. El Ejército Rojo lanzó su primera ofensiva sobre una serie de fortificaciones denominada Línea Mannerheim, situada en el istmo de Carelia. Los fineses resistieron en esta posición. Las cuatro divisiones soviéticas destinadas al norte de la Línea Mannerheim avanzaron durante los primeros días del mes de diciembre, pero en el mes de febrero los fineses pudieron cortar las líneas de suministros y comunicaciones del Ejército Rojo y obligaron a retirarse a sus columnas más avanzadas.
Las repetidas derrotas provocaron una reorganización de la cúpula militar soviética y el mariscal Semión Konstantínovich Timoshenko asumió el mando de las operaciones. El curso de la guerra cambió inmediatamente. Timoshenko concentró 300.000 hombres frente a la Línea Mannerheim y apoyó esta ofensiva con la artillería y ataques aéreos.
EL DEBILITAMIENTO DE LA DEFENSA FINESA
Desde el 1 hasta el 10 de febrero de 1940, las fortificaciones de la Línea Mannerheim fueron sometidas a un intenso bombardeo. La posterior guerra de desgaste ocasionó un importante número de bajas en el ejército soviético, pero éste logró vencer la resistencia finesa. Las tropas soviéticas lanzaron una fuerte ofensiva sobre Summa el 14 de febrero y conquistaron esta ciudad. El 23 de este mes avanzaron hacia Víborg, la ciudad clave del flanco occidental de la Línea Mannerheim, que fue ocupada el 11 de marzo por el Ejército Rojo. La lucha cesó el 12 de marzo de 1940.
EL RESULTADO DE LA GUERRA
Los términos del tratado de paz impuesto a Finlandia por la URSS obligaban a los fineses a entregar las siguientes posesiones: 41.888 km2 de su territorio, incluido el istmo de Carelia, en el que se encontraban la ciudad y la bahía de Víborg, además de sus islas; la costa norte y occidental del lago Ladoga, junto con las ciudades de Käkisalmi (en la actualidad Priozersk), Sortavala y Suoyarvi; varias islas estratégicas situadas en el golfo de Finlandia; y parte de las penínsulas de Rybachiy y Sredniy. Los fineses tuvieron que acceder a arrendar la península de Hangö y las islas de los alrededores a los soviéticos durante un periodo de treinta años para establecer allí una base militar. Asimismo, se permitió el tránsito libre de mercancías y ciudadanos soviéticos a lo largo de la provincia de Petsamo (en la actualidad Pechenga) y se limitó las fuerzas militares finesas. Con este tratado terminó para Finlandia la primera fase de la II Guerra Mundial. Según un comunicado oficial de las autoridades de este país, se produjeron en este bando 19.263 muertos y 43.500 heridos.
La segunda fase de la II Guerra Mundial comenzó para Finlandia aproximadamente un año después. El país se unió a Alemania para atacar a la URSS en junio de 1941 con la esperanza de recuperar los territorios perdidos. Sin embargo, hacia 1944 la guerra se tornó desfavorable para Alemania, por lo que Finlandia pidió la paz a la Unión Soviética. Los duros términos impuestos por los soviéticos suponían el pago de 300 millones de dólares en concepto de indemnización de guerra.
jueves, 12 de enero de 2012
Según el prisma con el que se mire.

Y es que Víctor de la Serna escribe sobre Otto Skorzeny como de un soldado de honor - no lo dudo- y de Peiper como de un benefactor de la Humanidad. Ver para creer. Es cierto que después de la guerra, con tan poco tiempo y seguramente con pocos conocimientos de los hechos acaecidos es difícil hacer un juicio correcto, pero no siempre se debe uno de fiar de lo que le cuenta un amigo por muy héroe de Alemania que fuese.
En fin, que el artículo es muy interesante y con apariencia fresca, con la pluma de todo un maestro que es un aliciente más a la hora de leer. Creo que mis palabras están sobrando, así que dejo de teclear y leed el artículo.
lunes, 9 de enero de 2012
La propaganda del lider
Las técnicas de propaganda modernas -que incluían imágenes fuertes y mensajes simples- ayudaron a impulsar a este Hitler nacido en Austria que, de ser un extremista poco conocido, se convirtió en uno de los principales candidatos en las elecciones presidenciales alemanas de 1932. La propaganda de la Primera Guerra Mundial tuvo una influencia significativa en el joven Hitler, que sirvió como soldado en el frente de batalla desde 1914 hasta 1918. Como muchos otros, Hitler creía firmemente que Alemania había perdido la guerra no por la derrota en el campo de batalla, sino como resultado de la propaganda enemiga. Hitler suponía que los vencedores de la Primera Guerra Mundial (Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos e Italia) habían recorrido las calles con mensajes claros y simples que alentaban a sus propias fuerzas y, al mismo tiempo, debilitaban el deseo alemán de combatir. Hitler comprendió el poder de los símbolos, la oratoria y la imagen, y formuló eslóganes para su partido político que eran simples, concretos y conmovedores para llegar a las masas.
Entre 1933 y 1945, la adulación pública a Adolf Hitler fue una característica siempre presente en el espacio público de la vida alemana. Los propagandistas nazis describían a su líder (Führer) como la personificación viviente de la nación alemana, que irradiaba fuerza y una inquebrantable devoción por Alemania. Los anuncios públicos reforzaban el concepto de Hitler como el salvador de una nación alemana derrotada por los términos del Tratado de Versalles posterior a la Primera Guerra Mundial. El culto a Adolf Hitler fue un fenómeno masivo fomentado deliberadamente. Tanto los propagandistas nazis como los artistas producían pinturas, letreros y bustos del Führer, que luego eran reproducidos en grandes cantidades para ser colocados en lugares públicos y en los hogares. La editorial del Partido Nazi imprimió millones de copias de la autobiografía política de Hitler, Mein Kampf (Mi Lucha) en ediciones especiales, incluyendo ediciones para recién casados y traducciones al sistema Braille para personas ciegas.
La propaganda nazi idolatraba a Hitler como un talentoso estadista que traería estabilidad, crearía puestos de trabajo y restauraría la grandeza de Alemania. Bajo el régimen nazi se esperaba que los alemanes mostraran lealtad pública al "Führer" de maneras casi religiosas, como hacer el saludo nazi y saludar a las personas en la calle diciendo "¡Heil Hitler!", el llamado "saludo alemán". La fe en Hitler fortaleció los lazos de unidad nacional, y el no acatamiento de esta ideología significaba disensión en una sociedad donde la crítica abierta al régimen y a sus líderes constituía un motivo de encarcelamiento.
Fuente: Enciclopedia del holocausto
jueves, 5 de enero de 2012
El asesino en serie, Marcel Petiot.

La desaparición de personas en Paris durante la Segunda Guerra Mundial era el pan de todos los días, a nadie le extrañaba tan anómala circunstancia.
Los judíos se escondian y los miembros de la resistencia francesa debían dejar sus vidas y desaparecer como fantasmas debido al miedo a la Gestapo.
Pero bajo el horror de la guerra se escondía una escalofriante historia. El respetado médico Marcel Petiot era un asesino en serie que mataba por la noche y al que se le acusó de un número incalculable de asesinatos.
Los vecinos del elegante edificio parisino llamaron a la policía tras comprobar que una columna de humo se estaba levantando hacia el cielo. El piso pertenecía al respetable Dr. Petiot. Allí se descubrió muchos miembros de diferentes cuerpos y que estaban siendo incinerados. Al ser interrogado por la policía, el médico dijo que dichos cuerpos desmembrados pertenecían a soldados alemanes. Sin embargo, los cadáveres correspondían a personas del otro bando. Algo se trastornó en la mente del médico para que tomase la decisión de matar. Nunca ha habido un cálculo exacto del número de crímenes pero se cree que pudo llegar al centenar.
Era un hombre sumamente inteligente y con don de gentes en su trato con los demás, lo que le concedía ventaja para ganarse rápidamente la confianza de sus víctimas.
Se hacía pasar por miembro de la Resistencia y de esta forma atraía fácilmente a aquellos que por algún motivo u otro debían huir del país. Peitot les decía que podrían escapar hacia América del Sur a cambio de un pago. Una vez hecho el trato con la víctima, la convencía para que escribiera una carta a sus familiares, diciéndoles que estaba bien y que regresaría en cuanto volviese la normalidad.
Nadie echaría de menos a esas personas, y si alguna vez se llegaran a plantear donde estaban, pensarían que acabaron en la cámara de gas de los nazis.
El 25 de mayo de 1946, Marcel Petiot fue ejecutado en la guillotina.